Siempre fui fan de las muñecas de porcelana, tenía una gran colección de ellas. Mis familiares siempre me miraban raro, pues a ellos les daban miedo y no entendían como me podrían gustar. A mí por el contrario, me encantaban aquellas figuras que parecían estar casi vivas, tan hermosas y delicadas con unos ojos tan penetrantes…
No sabría lo que vendría después.
Una tarde, me encontraba sentada en un pequeño jardín que mi madre siempre acostumbraba regar por las mañanas. Mientras observaba las flores, me percaté de un extraño olor que provenía de una pequeña caja de madera, al observar que había en ella se me erizó la piel: era nada más y nada menos que mi pequeña mascota, un perro de unos dos años de edad, muerto.
Pero lo que más me sorprendió, fue ver a una de las muñecas de mi colección sentada en el jardín, con manchas de sangre por toda la tela que la cubría. Inmediatamente cogí a la muñeca y la lancé lo más lejos que pude. Sin embargo las cosas no acabaron ahí, ya que días después todas las muñecas de mi colección aparecían en diferentes lugares de mi casa, no entendía por qué. Lo único que se me ocurrió fue tirarlas a la basura.
Desde entonces he vivido más tranquila.
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