Cuento enviado por Aleksandra (fan del blog)
¿Nunca te has imaginado qué pasaría si tu ciudad cayera víctima del mismísimo apocalipsis? ¿Nunca te has preguntado qué serías tú; el atacante o el atacado?
¿Qué serías capaz de hacer por la supervivencia? ¿De la sangre de quién mancharías tus manos?
El relato que a continuación vas a leer, es una obra inspirada en la trilogía Apocalipssis Z, de Manel Loureiro, y las técnicas de supervivencia han sido sacadas del libro Manual de supervivencia para el Apocalipsis Zombie, de Max Brooks.
26 de Julio del 2019
Era una cálida tarde de verano, todo transcurría de forma lenta y tranquila. Era uno de los veranos más calurosos que Sasha había vivido durante su estancia en España. Estaba disfrutando del sol, siendo la afortunada dueña de un ático en primera línea de playa.
Su vecina Tamara y su marido Fabio, venían del este, a pasar las vacaciones, según contaron al presentarse. Eran una pareja un poco rara, y quién sabe lo que serían capaces de hacer por un poco de fortuna y fama… Y ni hablemos de su hijo André, violento e impulsivo como él solo.
Tamara era una mujer alta, cabe decir que poseía una brillante, larga y rizada melena de un color caoba claro. Sus ojos eran claros como el agua del mar, y sus labios, gorditos y rosados, eran toda una tentación para su marido. Su color de piel era un moreno claro, aunque no natural, que indicaba que tomó el sol durante mucho tiempo. Su acento indicaba que no era Española, quizá brasileña. Quién sabe. Su marido, Fabio, era un personaje pintoresco… era más o menos de la misma estatura que su mujer, por las pintas que llevaba, parecía metalero. –No pega nada una pija y un metalero- Se dijo para si misma.
El pelo de Fabio era como el de Pablo Iglesias, pero un poco más cuidado. Sus ojos daban un miedo terrible, es decir, eran el negro más negro de todos, sin brillo, sin vida en su interior, sin nada que indicara que era humano. Su sonrisa siempre era forzada, no sabía fingir alegría, ni sentirla, quién sabe. Y el ruido estridente y grave que salía de su boca cuando soltaba carcajadas fingidas, era tan alto y grave que parecía que es capaz de reventar una cristalería entera.
André no se parecía a ninguno de sus progenitores, es decir, era rubio, ojos verdes, tez clara… pero en lo que sí se parecía era en la violencia de su padre. Cabe decir que se notaba que el chico no tenía nada que perder, y eso es lo que da más miedo, porque eres capaz de todo, pero sin miedo a nada.
-Bueno, saldré a dar un paseo por la orilla, y así desconecto- Dijo Sasha antes de colgarle el teléfono a su madre, la cual vivía en la otra punta del país.
30 de Julio de 2019
José, el novio de Sasha se encontraba saliendo de su bar favorito cuando vio pasar una ambulancia a toda prisa en dirección Floridablanca. En ese momento no le importó una ambulancia, a diario veía dos o tres, y en una de ellas siempre iba él.
No se dio cuenta de lo grave de la situación hasta que llegó al aparcamiento de su empresa. Iba ciego de alcohol y confundía a todos con todos. Pero ésta vez confundió un no-muerto con un herido.
-Eh, amigo, ese es mi coche – Dijo, balbuceando
Agarró su navaja y, al no obtener una respuesta, ésta vez elevó la voz.
-¡Te he dicho que ese es mi puto coche!- Gritó, en medio del parking. Craso error.
Su grito rebotó en las paredes de cemento de aquella trampa mortal. En cuanto el muerto se dio la vuelta y emitió un sonido asqueroso, José, con sangre fría (y gobernada por el alcohol) se acercó al zombi, y, sin tapujos, le cortó la yugular, y para asegurarse de que aquel capullo no volviera a acercarse a ningún coche en general, lo remató rebanándole la aorta. Pero ese desgraciado seguía moviéndose tras haberse desangrado. Tras un acto impulsivo, José le clavó la navaja en la cabeza y, por fin, ese desgraciado se desplomó haciendo un ruido terrible y por fin ¿murió? No sabría cómo llamarlo.
-Buenas noches, princesa- Dijo satisfecho a su coche, al que tanto quería, con las manos llenas de sangre. -¡Mierda! ¡Llenaré la tapicería de sangre! – Se limpió las manos restregándolas por el coche de su jefe “Que se joda” pensó.
Sacó las llaves de su nuevo y amado BMW y se sentó en el asiento del conductor. Se quedó dormido nada más sentarse.
A la mañana siguiente, dos horas después de acabar con el muerto, se levantó y, al ver toda aquella sangría, salió del coche y fue a ver qué había pasado.
Al acercarse a aquella cosa putrefacta y asquerosa se dio cuenta de que no había sido él
Era un hombre, según los cálculos de José, tendría unos 20 años de edad. Observó que tenía un mordisco en el antebrazo derecho. Sea lo que sea, supo que no se transmitía por el aire, sino por fluidos infectados (saliva, sangre, fluidos sexuales), y una vez te han mordido tienes tres opciones:
Amputar a toda leche la zona infectada y detener la hemorragia
No hacer nada y convertirte en un zombi chupasangre
Suicidarte
Si no tienes agallas de hacer la opción 1 o 3, siéntate, contempla el día tan precioso que hace y disfruta de la transformación.
José se levantó del cadáver y decidió desahogarse así que le dio otro navajazo en el cráneo. Había estado cuatro años en la cárcel y sabe perfectamente cómo matar a un hombre de forma rápida y eterna.
Se montó en el coche, y a toda prisa decidió llamar a Sasha para ver qué cojones estaba pasando y si ella estaba bien.
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