Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, una gran depresión económica se cernió sobre Europa, provocando que en muchos países el empleo y los alimentos escasearan, incluso en los que habían vencido. Francia no era la excepción.
Los franceses habían invertido gran parte de sus recursos en la guerra y comer era un lujo que no toda la gente se podía dar. Gran parte del ganado había desaparecido y muchos de los cultivos habían sido arrasados a causa de la batalla de Normandía. Como es usual en tiempos difíciles, hubo quienes se aprovecharon de la miseria de los demás para inflar los precios de la carne, los huevos, los granos.
Había quienes llegaban a pagar auténticas fortunas por un kilo de carne para alimentar a sus familias. Otros robaban o yacían famélicos.
Monique era una hermosa jovencita que para sobrevivir, había tenido que desempeñar el papel de amante de los soldados alemanes. Pero no quedaba ya ninguno en su pueblo. Lo único que podía hacer era seguir usando sus encantos para conseguir comida, aunque cada vez era más difícil.
Un día, vio a un pobre anciano que era empujado frente a uno de los puestos de carne, donde la gente se amontonaba desesperada. La chica le ayudó a incorporarse y le aconsejó que no se acercara a ese puesto.
—Son todos como unos animales —dijo, señalando a los clientes.
—Si no me hubiera acercado hasta allí hija mía, no habría podido obtener esto —el anciano dejó ver un enorme paquete de carne que a la pobre muchacha, le hizo la boca agua—. Pero como has sido buena conmigo, te propongo compartirlo. Solo tienes que hacerme un favor.
—Usted dirá.
—Llévale esta carne a mi hijo que vive en la casa de la vuelta. Te haré una nota para que no desconfíe de ti.
Hambrienta, Monique aguardó a que terminara de escribir el recado y se fue a toda prisa. Pero a mitad de camino, un mal presentimiento la embargó. Miró hacia atrás y vio que el anciano había desaparecido.
Desconfiada, le dio una moneda a un niño para que hiciera el encargo por ella y se quedó vigilándolo a la distancia.
El niño llegó ante la casa mencionada y un hombre abrió la puerta. Tras leer la nota, jaló el brazo del niño y lo metió adentro con violencia. Monique avisó a unos policías y la puerta de la casa fue echada abajo. Dentro les esperaba un espectáculo horrendo: el niño había sido asesinado y a su alrededor, había varias partes humanas, deshechas y empaquetadas para ser vendidas como carne.
Cerca de allí, encontraron la nota que el anciano le había escrito a Monique:
«Esta es la última que te envío hoy, el negocio va mejor que nunca».
Esta historia corta es una de las leyendas urbanas más populares de los últimos años. Si bien es imposible comprobar su veracidad, no hay que olvidarnos de que guarda una lección importante. Mira bien a quien ayudas, pues nunca conoces sus verdaderas intenciones.
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