Nos conocimos mientras esperaba por el tren de las cinco. Recuerdo perfectamente que llevabas puestos pantalones de ante oscuros y una camisa azul cielo, que resaltaba el color de tus ojos. Todos los días te veía llegar a mi lado para abordar el transporte, siempre sin decir una palabra pero dándome los buenos días con una sonrisa franca. Y así fue como me acostumbré a tu presencia.
Pese a todo me tomó semanas poder dirigirte la palabra, aunque fuera para decirte tan siquiera ‘hola’. Tú bien sabes que socializar nunca ha sido algo innato en mí. En cambio tú, fuiste siempre tan amistoso, tan querido por quienes te rodeaban…
Tuvimos nuestra primera cita en la cafetería frente al parque, El Quiosco Rojo, se llamaba. Siempre te gustó ese lugar, con sus postres y sus tacitas de un brillante color carmesí, que encajaban muy bien en el estilo parisino que tenía ese, nuestro rincón favorito.
Me entregaste tres tulipanes: dos azules y uno morado.
—Para que siempre te acuerdes de mí —me dijiste, antes de sonreír con esos labios que adoraba.
Es curioso como funciona esta vida. A veces parece que lo tienes todo por delante y de repente, algo sucede, que te hace darte cuenta de lo que pequeños que somos en comparación con el mundo.
No quise creerlo cuando enfermaste y de un día a otro, tuviste que permanecer en aquella habitación de hospital. Tampoco quise creer cuando en lugar de mejorar con el tratamiento, parecías consumirte rápidamente, a pesar de la sonrisa que nunca abandonaba tu rostro. No puedes hacerte una idea de cuanto la extraño.
En Marzo te llevé un tulipán azul, tu color preferido. Para Abril tú me pedías que fuera fuerte, porque no querías dejar de verme feliz. Me dijiste que te mirara a los ojos.
—Tus ojos son lo que más me gusta de ti. Tienes una mirada preciosa.
En Mayo te velamos y no hubo tulipanes. Solo una rosa roja sobre tu tumba. He acudido a diario para hablar contigo pero no es lo mismo. Te culpé por haberme dicho que estarías a mi lado todo el tiempo, pasara lo que pasara. No fue justo y lo sabes. Sin embargo…
Sin embargo, recién hoy volví a acordarme de esas palabras, mientras me encontraba sentada en el parque, igual que como hacíamos tú y yo cuando íbamos a patinar, ¿te acuerdas?
Últimamente voy demasiado. Y no puedo evitar llorar, a la vista de todos.
Él estaba ahí. Tenía los cabellos pelirrojos y una camisa bastante parecida a la que llevabas el día en que nos conocimos. Se acercó.
—No quiero ser entrometido, pero te he visto los últimos días. Y no me gusta verte llorar —dejó ver un tulipán azul y otro morado en su mano y me los extendió—, tu ojos son muy lindos como para empañarlos con tantas lágrimas, ¿no crees? Tienes una mirada preciosa.
Hoy me parece haber comprendido porque me dijiste aquello. Di que estoy loca, pero presiento que jamás te fuiste de mi lado…
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