Había una vez, una vaca que siempre iba paseando por todos los caminos de la pradera, con felicidad. Un buen día empezó a escuchar unos llantos que venían del más interno punto de los matorrales y era justo en la entrada del bosque.
Con mucha curiosidad, la vaca quería ver de quien venía el dolor y las quejas. Al entrar entre los matorrales, vio que el tronco de un árbol estaba aplastando al afectado y ¿quién sería? Un pequeño gato malherido.
El gato, al ver que alguien se había acercado a ayudarlo empezó a gritar con más fuerza: ¡Auxilio! ¡Auxilio! Sácame de aquí amiga vaca, no puedo salir por mí mismo.
Sin embargo, la vaca sentía que al intentar liberarlo, éste podía atacarle en el mismo instante.
No te ayudaré, decía la vaca, pues si lo hago en ese mismo instante me comerás.
El tigre le insistía llorando muy adolorido, suplicaba: Por favor amiga vaca, sé que puedes ayudarme, no te hará ningún daño, si no me ayudas, este árbol caído logrará matarme antes de que amanezca. Hazme ese gran favor.
La vaca no se confiaba del gato y empezó a alejarse, pero siempre tenía en la mente que podía ayudarlo, pues a pesar de todo se consideraba una vaca de buena moral, no le gustaba ver sufrir a los demás.
Dudo por unos instantes más, hasta que lo pensó mejor y con el corazón acongojado accedió a ayudar al gato, que por muy peligroso, para ella, también necesitaba la oportunidad de salvarse, procedió a apartar el tronco.
Al retirarlo de debajo del tronco, el gato se incorporó nuevamente sin dar las gracias a quien en ese momento consideraba su amiga. Estaba decaído por no haber comido ni bebido agua durante varios días, por lo que se decidió a amenazarla:
¿Sabes algo, amiga vaca? Tengo mucha hambre y tú serás mi filete favorito, no importa mi tamaño, voy a comerte.
La vaca, indignada se acercó y le dijo: No serías capaz, me has prometido que no me harías nada, si te liberaba.
Yo sé, dijo el gato confiado, pero si no te como, entonces moriré de hambre y es lo mismo a estar bajo el árbol.
Entonces eres un mentiroso, dijo la vaca, molesta. Siempre supe que no debía confiar en tu falsa gentilidad.
Todo estaba tornándose peor, hasta que en ese momento pasó por el lugar un inquieto conejo, conocido por ser justo e inteligente. Solía solucionar los problemas del bosque.
¿Qué sucede, dijo el conejo?
La vaca, aliviada porque alguien más estaba presente, le explicó lo sucedido y por ende, que estaba a punto de ser atacada.
El conejo escuchó las dos versiones y fue entonces cuando después de un minuto dijo:
Antes de dar la solución, muéstrenme el sitio del suceso y así emitiré la decisión final.
Señalaron el tronco que estaba en el suelo y dramatizaron nuevamente lo sucedido, la vaca colocándole de nuevo el tronco al gato.
El conejo le dijo: Muy bien vaca, ¿qué esperas para escapar? Esta es tu oportunidad.
Una vez que la vaca escapó, el conejo liberó al gato quien se sintió avergonzado y burlado, siendo una lección que le sirvió para aprender a ser honesto y cumplido.
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