En la isla de Chipre, vivía un rey que acababa de tener una hija y la niña era tan hermosa, que él declaró que sería el ser más hermoso del mundo. Esto despertó los celos de Afrodita, diosa del amor y de la belleza, quien consideraba que tal honor solo podía ser adjudicado a ella.
De manera que tramó una venganza para castigar la osadía del monarca.
Cuando la princesa creció, efectivamente, se había convertido en una doncella bellísima. Afrodita maldijo a su padre para que, cayendo enamorado de su propia hija, tuviera una relación incestuosa.
Atormentada por la culpa de su incesto, la joven huyó del rey, quien se enfureció al saber que había escapado del palacio. Y Afrodita, sintiéndose culpable, decidió convertirla en un árbol de mirra. Nueve meses más tarde, de este nació un niño muy hermoso, al que le puso por nombre Adonis.
Impresionada con la belleza del niño, Afrodita decidió que lo quería para ella cuando fuera mayor, pero no deseaba arriesgarse a que nadie más lo viera.
Pensando en esto, colocó al bebé dentro de un cofre que llevó al Inframundo. Allí, se lo dejaría encargado a Perséfone, la esposa de Hades, con una condición.
—No debes abrir este cofre bajo ninguna circunstancia —le advirtió Afrodita—, promete que me obedecerás.
Perséfone se lo prometió pero apenas se hubo ido, echó un vistazo en el interior y se quedó prendada del pequeño príncipe. Pensó, al igual que Afrodita, que cuando creciera lo quería para ella sola.
Pasaron los años y Adonis se convirtió en un joven muy atractivo, que salió de las profundidades del averno para aprender a cazar, haciéndose muy hábil. Para entonces, Afrodita se había enterado de que Perséfone la había desobedecido y ambas se disputaban su amor.
Incapaces de resolver su dilema, ambas acudieron con Zeus.
—Adonis pasará cuatro meses en el Inframundo con Perséfone y cuatro meses con Afrodita —declaró el dios—, y los otros cuatro meses restantes del año, los podrá pasar con quien él quiera.
A ellas no les quedó más remedio que aceptar los designios de Zeus, aunque no estaban muy conformes con lo ocurrido.
Pero había otra deidad que, celosa de la belleza del joven y de como se lo disputaban aquellas mujeres, decidió acabar con su vida. Era Ares, el dios de la guerra. Convertido en un enorme jabalí, decidió bajar y perseguir a Adonis, quien trató de matarlo con una de sus flechas.
Mientras peleaban, Ares lo hirió de muerte en una de sus piernas y el muchacho se quedó en el suelo, sangrando profusamente.
Alertada en el Olimpo por su lamento de dolor, Afrodita bajó y se arrodilló a su lado, derramando lágrimas de tristeza. Adonis murió en sus brazos, pero su sangre se mezcló con el llanto de la diosa, haciendo que brotaran del suelo unas hermosas flores rojas.
Estas flores se extenderían por el mundo entero, como prueba del amor que ambos se habían tenido y que a pesar de todo, fue más fuerte que la muerte.
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