Diana suspiró, contemplando pensativa el jardín. Hacía un par de días que no tenía ánimos para nada, ni siquiera para ir a sus clases de ballet que le gustaban tanto. Y su padre comenzaba a preocuparse. Su actitud no era normal para una niña de su edad, en especial una que por lo general siempre sonreía.
Salió de la casa y se sentó a su lado.
—¿Qué es lo que te pasa, cariño? ¿Estás enferma?
La niña negó con la cabeza.
—¿Entonces? ¿No quieres contarme?
Diana lo miró de reojo, casi con desconfianza. Entonces una idea clara comenzó a abrirse paso en su mente.
—¿Esto es por lo que hablamos la otra noche? —le preguntó— ¿Cuándo salimos a cenar con Marco y su mamá?
Diana bajó la cabeza.
—Es que no sabía que ustedes querían casarse, papá —dijo ella por fin, en voz baja.
—Ya veo. Y eso te molesta.
La pequeña asintió con la cabeza, enfurruñada. No entendía por qué su padre quería casarse de nuevo. A ella le caía bien Marco y también le agradaba su mamá, pero solamente como una amiga. Imaginarla al lado de su papá de una forma distinta la confundía. Y también la hacía sentirse insegura.
—¿Por qué, hijita?
—Por qué la quieres más a ella que a mí. Y vas a querer a Marco más que a mí también.
Su padre sonrió y la atrajó hacia él en un abrazo.
—Así que eso es lo que te preocupa. Hijita, debiste decirme que te sentías de esta manera hace tiempo, creí que estabas seriamente enferma.
Diana lo miró fijamente.
—Ahora quiero que me escuches con atención. El hecho de que yo haya decidido compartir mi vida con alguien más, no significa que vaya a dejar de quererte. Eso sería imposible. Eres mi hija —le dijo él— y también lo más preciado para mí. Ninguna persona podría ocupar tu lugar.
—Pero la mamá de Marco no es mi mamá —dijo ella haciendo un puchero.
—Lo sé y esto tampoco significa que tengas que olvidarte de ella. Tu madre siempre tendrá un lugar especial en esta casa y en nuestro corazón. Pero a ella le habría gustado que siguiéramos adelante, en lugar de vivir en el pasado. La vida sigue, hija mía y vas a conocer a un montón de personas especiales. Algunas se quedarán por largo tiempo. Otras no. Debes aprender a darle una oportunidad a quienes lleguen a tu vida para ser feliz. ¿Comprendes?
—Comprendo.
—Además, con Marco y su madre podemos ser una nueva familia. Una familia mejor, que se quiera y se respete. Él no va a olvidar a su padre y tú no lo harás con la tuya. Pero juntos, podremos compartir un montón de nuevas experiencias y serán las mejores.
Diana sonrió.
—Entonces, ¿de verdad no me vas a dejar de querer?
—¡Por supuesto que no! —su padre la abrazó con fuerza— ¿Y te digo una cosa? Estoy seguro de que la mamá de Marco también te querrá muchísimo. Como a una gran amiga.
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