La sabana africana era el hogar de un par de amigos muy peculiar, Zareb un león y Barack el elefante, se conocían desde cachorros, cuando cumplieron la edad suficiente para abandonar sus manadas decidieron hacerlo juntos y explorar el mundo.
Pero no era una buena temporada, ya hacía dos años que no llovía y la búsqueda de agua era eterna, el alimento escaseaba y los peligros eran frecuentes.
— Zareb, sabes he pensado mucho, pienso que si no logramos llegar al oasis, deberías comerme—
—Como dices eso amigo mío, por más hambre que tenga, o más escaza que este la comida nunca pensaría en comerte—
Ser amigos nunca fue un impedimento para ellos a pesar de ser de mundos completamente diferentes, por un lado tenemos a un carnívoro, un depredador innato, en cambio su amigo, un elefante, de los animales más nobles de la naturaleza quien se alimenta de hierba.
Cuando pensaron que todo estaba tranquilo, un grupo de hienas se hizo presente.
—Que tenemos aquí, un dúo muy singular, cazador y presa, dime león, seguro que no lo estas dejando engordar para comerlo más tarde— Dijo una de las hienas.
—No seas insolente carroñero de la sabana, apártate de nuestro camino o sufrirás las consecuencias—
Las hienas los rodearon, lo superaban en número, Zareb estaba preocupado por su amigo, él podría simplemente huir pero su amigo se encontraba herido y hambriento.
—No saben con quien se meten hienas, mi amigo y yo podríamos devorarlas de un bocado— Dijo Barack intentando oculta su miedo.
—Veo que eres un elefante o muy tonto o muy osado, ¡chico a ellos! —
Se abalanzaron contra los dos amigos ferozmente, a pesar de sus heridas Barack le quitó de encima muchas hienas a Zareb, fue una larga lucha, las hienas estaban decididas a vencer, no cedieron ni un solo momento, pero después de 30 minutos de lucha habían sido vencidas.
—Peleaste valientemente Barack, no sabía que fueses tan fiero en la batalla— su amigo estaba mal herido — Déjame revisarte Barack—
—No te preocupes estoy bien, estoy bien—.
Durante días Zareb cuido a Barack como pudo, su amigo ya no podía caminar sin dolor, le ayudo a encontrar refugio debajo de un árbol para refugiarlo del sol abrazador, traía la comida que sus mandíbulas pudieran cargar, pero el agua era un problema.
—Zareb, cuando muera, puedes alimentarte de mí, no creo resistir, además soy peso muerto, debes marcharte al oasis— Lagrimas pudieron salir de Barack pero su sed no dejaba.
El león triste partió, su amigo le pidió como último favor que partiera al oasis y encontrara agua, que continuara sin él y fuera feliz.
Barack pasaba sus días observando a los pocos animales que quedaban en la sabana, tuvo suerte de no toparse aun con las malvadas hienas o algún otro depredador, el solo quiera partir en paz.
—Pero que tenemos aquí, un rico aperitivo— Dijo un leopardo desde lo alto de un árbol cercano.
Barack no quería terminar así pero decidió que su hora había llegado, o eso pensó cuando escucho un fuerte rugido, tan fuerte que el leopardo pego un brinco del árbol y corrió lo más veloz que pudo.
Zareb había regresado y no lo había hecho solo, un grupo de elefantes lo acompañaba, encontró el oasis y fue por ayuda, el corazón de Barack de lleno de alegría, los elefantes lo ayudaron, trajeron agua y alimento, estuvieron con el hasta que se recuperó para seguir sus aventuras con su mejor amigo.
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