Juan era un hombre de familia ejemplar a los ojos de los demás. Tenía un buen trabajo que le había permitido comprar una casa preciosa, coche del año, una esposa guapa y dos hijos muy simpáticos, que realmente era su orgullo. No le hacía falta pues, nada para ser feliz.
Sin embargo y como suele ocurrir en muchas personas, fuera de casa la historia era otra. Juan había sido un mujeriego antes de casarse con su esposa y el hábito no lo había abandonado del todo.
Durante sus viajes de negocios gustaba de coquetear con diversas mujeres; al fin y al cabo, no iba a tener problemas al no volver a verlas.
En uno de esos congresos a los que tuvo que viajar, entró en una discoteca por la noche en compañía de sus amigos. En la barra divisó a una muchacha muy guapa y de figura atractiva, a la que de inmediato le invitó una copa. La chica se mostró halagada y comenzaron a hablar. Bailaron y rieron.
Después de unas cuantas bebidas, la joven accedió a acompañar a Juan a su habitación de hotel y sucedió lo que debía pasar.
No fue sino hasta el día siguiente que Juan se dio cuenta de que algo andaba mal. No era solo por el dolor de cabeza o las nauseas que sentía, producto de la resaca. La chica no estaba por ninguna parte. Supuso que se había metido al baño o se había marchado, (y si era así, mejor para él).
Sintiéndose terrible, Juan entró en el baño y lo que allí encontró, lo hizo temblar de pies a cabeza. Había en el espejo un mensaje escrito con lápiz de labios con una única frase:
BIENVENIDO AL CLUB DEL SIDA
Al principio, Juan entró en pánico y sintió como el corazón le palpitaba más fuerte. Luego se dijo que aquello tenía que ser una broma de mal gusto. El camino hacia el hospital para efectuarse los análisis fue el más largo de su vida y cuando le entregaron los resultados, su mundo se derrumbó.
En efecto, había sido contagiado con el virus del VIH y a partir de ese momento, estaba condenado a sobrevivir de una enfermedad incurable.
¿Cuánto tiempo le quedaba de vida? Eso solo sería respondido por el tiempo mismo.
Esta leyenda corta urbana lleva circulando más o menos desde el año 2000, cuando la información sobre la enfermedad del sida no se encontraba tan extendida como hoy en día. Si bien no existen pruebas contundentes de que sea real, no pueden descartarse los casos de personas contagiadas por tener intimidad sin la debida protección.
Otra variante habla de personas que dejan jeringas infectadas con VIH en lugares públicos, como playas, parques infantiles, antros y hasta butacas de cines. A veces estos pinchazos pasaban desapercibidos en sitios muy concurridos y desde luego, era imposible dar con el culpable.
Esta versión sin embargo, si puede calificarse como inverosímil, debido a que el virus tiene un período de vida muy limitado.
Me gustò el Relato.El argumento es una situaciòn actual de los graves flagelos que afectan a la sociedad como el HIV.Sirve para que al tener una relaciòn,se tomen las precausiones del caso.Y tambièn que el hombre debe respeto a su mujer o bisiversa.NO a la traiciòn.