Aquella Navidad, Juan no tenía esperanzas para recibir el año que estaba a punto de llegar. Siempre había sido pobre pero trabajador, aunque por más que se esforzaba en las faenas del día a día, apenas y le alcanzaba para subsistir. Esa Nochebuena, justo antes de volver a casa para celebrar al lado de su familia con lo poco que tenían, no pudo sino pensar en lo difícil que podía ser la vida a veces.
—Ay Dios mío, si tan solo me cayera encima un dinerito para salir adelante, que feliz sería yo —se dijo.
Mariela, su novia, lo escuchó y fue a su lado para animarlo. Le sugirió que fuera a comprarse un billete de lotería, pues sentía que esa Navidad, la suerte estaba de su lado.
Con una sonrisa conciliadora pero descreída, Juan le hizo caso y gastó lo último que le quedaba de su salario en un cachito de lotería.
—Mira que si Dios me hace el milagrito, tú y yo nos vamos a tener que casar —le prometió.
—Para que eso pase, solo tienes que estar seguro de que él te ha escuchado —le contestó ella, con los ojos brillantes de ilusión.
Se fueron a casa para estar con sus familias y tratar de olvidarse de sus problemas, aunque fuera solo por Navidad. Al día siguiente todo eran felicitaciones y risas de niños en la modesta vecindad donde habitaban. Mariela le recordó a Juan sobre el billete y lo arrastró hasta la pequeña televisión de su casa, para escuchar el anuncio del Premio Mayor.
—No te vayas a decepcionar si no ganamos nada —le dijo él—, de todos modos, tengo trabajo y como sea iremos tirando…
No pudo terminar de hablar, pues ya la muchacha le chistaba para que guardara silencio y en la tele, el presentador ya leía los números de la fortuna a entregar. Los mismos que figuraban en el billete de lotería de Juan.
Fue tal la alegría de los novios al saberse ganadores, que toda la familia se unió a su gozo, entre lágrimas y exclamaciones de júbilo.
Aquella Navidad le cambió a Juan su vida por completo.
Hoy es un importante hombre de negocios, que ha sabido hacer crecer su riqueza año con año, para ayudar a quienes más lo necesitan. No se olvidó de su novia, quien tanto lo había amado en la pobreza y ahora disfruta con él de la alegría de compartir las bendiciones que se han recibido.
Juan y Mariela se casaron tan solo semanas después de cobrar el premio, en una hermosa ceremonia a la que invitaron a todos sus seres queridos, amigos y vecinos. Abrieron varios negocios y comenzaron a donar importantes sumas de dinero a organizaciones benéficas, pues ellos sabían mejor que nadie lo que era pasar hambre o vivir con carencias.
Ahora, cada Navidad les gusta además, comprar varios billetes de lotería. Han ganado muchos premios, pero siempre terminan donándolos a los más pobres. Están muy agradecidos por haber formado una familia y vivir llenos de riqueza y alegría.
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