Había una vez, una princesa hermosa que se encontraba prisionera en un escondite secreto, pero esta vez no era por un dragón sino por un pequeño ratón que la tenía consigo y que se caracterizaba por ser un ratón muy fuerte, por lo que resultaba difícil que Hijana, la princesa, pudiese salir sin ayuda.
Cuando el rey se enteró de lo ocurrido que su princesa estaba en manos de un maleante, secuestrada, llamó a todos los sabios que vivían cerca de la aldea, así él tendría más facilidad para encontrar a su hija. Ellos reunidos, disimulaban la risa, pues pensaban que era muy fácil enfrentar al secuestrador.
La primera tarea de todos regresó con la vergüenza de que habían sido derrotados, por lo que sus risas se convirtieron en fracaso. Nuevamente, el rey convocó a otra reunión con ancianos ilustres, estos que ya no reían, sino que se reconocían por tener el entrecejo fruncido.
Después de llevar varias horas en el ajetreo de la liberación de la princesa, se pusieron de acuerdo para enviar un potente ejército guiado con aparatos de última tecnología, en ellos estaban los arcos con flechas, que se encontraban recién afiladas, más tirachinas con piedras de pedernal.
Pero los vientos llegaron de repente a la construcción que había fabricado el ratón bigotitos para retener a su princesa, rompiendo un trozo de ella, en el que la princesa podía sacar la mano y así llegar a hacer señas para poder salir, además que solía gritar con muchas fuerzas, intentando que alguien la escuchase.
De pronto se escuchó ¡Ayúdenme, estoy encerrada sin saber por qué, ayúdenme a librarme de aquí!
-Ya vamos para allá su alteza, respondió la tropa al unísono, hasta que llegó a los oídos de la princesa, la cual ya se encontraba totalmente desesperada por lo que sucedía con ella, no poder salir.
Al escuchar esto, el ratón del otro lado de la pared estaba carcajeándose y burlándose de la princesa, repitiendo lo mismo que ella iba diciendo. La desesperación del rey iba de mal en peor, pues parecía que el pequeño bigotes no tenía límites en este hecho.
Fue entonces cuando se le ocurrió ofrecer la mano de su hija, a aquel hombre que pudiera librarla de su cautiverio. Muchos pretendientes acudieron, dando diferentes ideas que llevaran a concluir que ella podría salir de donde se encontraba prisionero, unos eran guapos pero también estaban los feos que querían tener a la princesa como esposa, costara lo que costara.
Muchos intentaron, pero ninguno tenía éxito en la hazaña de liberar a la princesa del terrible ratón bigotitos que la tenía encerrada ya desde hace varios días.
A los días siguientes, después de tanto intentar por medio de todos los pretendientes que existían, uno de ellos, muy atractivo se atrevió a aventurar. Estuvo escondido vigilando al ratón y fue a su mínimo descuido que colocó una trampa con queso y mientras el ratón la buscaba el príncipe llegó al sitio donde se encontraba la princesa, donde logró liberarla.
Los dos llegaron al palacio, donde su padre la recibió con todo el amor y fiel a su promesa le concedió al príncipe la mano de su hija. Al cabo de un mes se casaron y vivieron felices para siempre.
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