Dicen que la siguiente historia ocurrió en una carretera que discurre por un tramo montañoso, lleno de curvas y barrancos. Normalmente, los camioneros que pasan por este lugar extreman sus precauciones para evitar accidente. No obstante una noche, un camionero de nombre Ignacio Velázquez se saltó todas las normas de velocidad y piso el acelerador de su vehículo. Sus motivos eran urgentes: le habían comunicado por radio que su esposa estaba a punto de dar a luz.
Ignacio tenía que llevar el dinero que faltaba para que atendieran el parto. Por desgracia, su extrema negligencia al conducir ocasionó lo inevitable y el hombre se mató al salirse del camino por accidente.
Sin embargo, su propósito de ayudar a su esposa era tan fuerte que ni la muerte misma le permitiría dejarla desamparada…
Varias noches después, un muchacho llamado Daniel conducía por la misma carretera, tranquilo y despreocupado. De pronto, una sombra apareció de la nada a un lado del camino. Cuando Daniel se fijó con más atención, se dio cuenta de que se trataba de un hombre, cuyo rostro lucía desesperado. Pensando que estaba haciendo autostop, se detuvo un momento para ver si podía ayudarlo.
—¿A dónde se dirige, señor?
—Joven, necesito de su ayuda —imploró él—. Tuve un accidente con mi camión y no podré llegar a casa. Necesito entregarle a mi mujer este sobre, para que pueda pagar su parto y las necesidades del bebé. Le ruego que se lo lleve, es de vital importancia que ella reciba este dinero.
Por un instante, Daniel se quedó dudando, pero bastó ver la impotencia y bondad que surcaban el rostro de aquel hombre para convencerse de que debía hacer lo correcto. Así pues tomó el sobre y después de que le indicara la dirección en la que debía entregarlo, se quedó mirándolo un breve instante. Cuando levantó la mirada para volver a hablar con el desconocido, comprobó con estupefacción que este había desaparecido.
Un par de horas más tarde, llegaba a la casa donde vivían Ignacio y su mujer, solo para enterarse de que la susodicha se había mudado hacía meses, después de tener a su bebé.
Preguntando, le indicaron en donde podría encontrarla y atravesó la ciudad completa con tal de entregarle aquel sobre. Al tocar a la puerta de aquella casa, lo atendió una joven con un bebé pequeño en brazos, quien se identificó como Matilde, la esposa del camionero.
—Hace unas horas, su marido me envío con este sobre para usted —le reveló Daniel, entregándoselo.
—Imposible, mi marido murió hace unos meses, el día en que nació mi hijito.
Dentro, Matilde encontró una suma considerable de dinero, producto del último salario de su esposo y la venta de una finca, que le permitiría vivir holgadamente por un tiempo. Mientras Daniel se ponía pálido, los ojos de ella se llenaron de lágrimas al leer el último mensaje de Ignacio.
Siempre cumplo con mis promesas, aquí tienes el dinero. No olvides que yo siempre estaré con ustedes. Los amo.
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