Era la mañana del 13 de Enero de 2012, cuando Mateo, quien se desempeñaba como Policía en el Departamento de Criminología de la Ciudad de México, recibió un llamado por radio dándole aviso que en la estancia La Juanita, ubicada al Norte por Ruta 24, a unos 15 Kilómetros de la Ciudad, habían encontrado un cuerpo masculino de edad avanzada sin vida.
Mateo se prepara para ir al lugar, no sin antes tomar todos aquellos elementos que le fueran de utilidad para el esclarecimiento del caso: su vieja cámara fotográfica, cotonetes por si existiera en el lugar alguna mancha de sangre y otras herramientas técnicas.
Una vez en la estancia se topa con una puerta vieja de madera. A metros se avistaba una vieja y enorme casa antigua, en el aire reposaba un sentimiento extraño nunca antes percibido. Procedió a cruzar e ir al lugar, donde se encontraba el Cabo Pereira con el Agente Sanchez, y personal del poder judicial, quienes parados en el patio de Portland rodeaban el cuerpo del anciano, tapado con una sábana blanca.
Mateo procedió a destapar el cuerpo y observó que se trataba de una persona del sexo masculino, edad avanzada, unos 80 o 90 años aproximadamente. Estaba semi desnudo con sus ojos entre abiertos, igual que su quijada, y su brazo derecho apoyado a la altura de su corazón. No presentaba señales o vestigios de violencia. Tocó el cuerpo y este se encontraba rígido, frío, indicando señales de que de que el incidente databa de unas cuantas horas.
Mateo buscó elementos que le fueran de utilidad, incautando desde la finca todo lo que pudiera serle útil, incluso la caja de un celular, la cual aun contenía en su interior el cargador, auriculares y documentación. Aun así no fue posible localizar así el aparato.
Una vez en la oficina, Mateo comenzó a analizar todos los elementos recogidos, sin poder confirmar con la autopsia el motivo de la muerte. Pasarían varios días hasta obtener los análisis.
En ese momento fijó su atención en la caja del celular y se puso a pensar: si fuera un hecho de homicidio, ¿QUIEN MATARÍA Y SE HURTARÍA EL CELULAR DEJANDO SUS ACCESORIOS? Entonces considero que tal vez los elementos no funcionaban, por lo que conectó el cargador y para su sorpresa, este funcionó correctamente.
Capaz que el delincuente solo probó los auriculares y al estar fallando, dejó todo, pensó. Para salir de la duda enchufó los auriculares en su celular, y quedo también sorprendido, ya que estos funcionaban igual que el cargador.
Tal vez el viejo murió de vejez y no sea nada fuera de lo normal.
Aun con los auriculares conectados a su celular, Mateo comenzó a escuchar música y observar las fotografías que había tomado de la escena. De repente, el reproductor de música se apagó y se escucho una voz fuerte y desgarradora que decía: AYUDA.
Mateo del susto se quitó los auriculares y pensó que estaba alucinando cosas. Nuevamente se los puso y continuó escuchando música, pero pasado un rato, volvió a oír la misma voz que decía: QUIERE MATARME.
De un tiron se quitó los auriculares de nuevo, se paró de su escritorio sin saber que hacer, aterrado, mirándolos fijamente. Pensó que estaba comenzando a escuchar cosas a causa del cansancio y el estrés.
Tras unos minutos en los que estuvo tomando aire, se colocó los auriculares sin encender su música y esperó. Por un rato solo hubo silencio y de repente, ¡PLUF! El ruido que deja un cuerpo al caer al suelo. Mateo, con un nudo en la garganta y sin creer en lo que estaba pasando preguntó:
—¿Quién es?
Entonces una voz respondió…
—Juan.
Sin poderlo creer y con sus manos temblando, Mateo pregunto de nuevo:
—¿Qué quieres Juan?
Y escuchó nuevamente la voz replicar:
—Justicia.
Mateo entendió que la voz era la del fallecido, por lo que nuevamente volvió a preguntar:
—¿Quién te mató? —se hizo un silencio sepulcral y no volvió a escuchar mas nada.
A la mañana siguiente, Mateo comenzó a analizar las fotos y en una de ellas notó algo extraño. Una sombra que tenía la figura de una mujer cerca de la ventana del cuarto de la víctima, no dejando ver claramente su rostro.
Así que espero hasta la noche, se volvió a colocar los auriculares, tomo aire y volvió a preguntar:
—¿Quién te mató?
—Ella.
—¿Quién es ella?
—Cámara.
Mateo se quitó los auriculares y miró nuevamente las fotografías. Observó que en el cuarto donde dormía la víctima, sobre un placard, se asomaba un pequeño destello de luz. Comprendió que se trataba del reflejo del flash de su cámara de fotográfica, que había chocado contra algún tipo de espejo. Así que decidió ir al lugar.
Al entrar en la habitación, se dirigió al sitio donde aparecía el destello en su fotografía y para su sorpresa, se percató de que ahí había una pequeña cámara de vídeo, la cual aun se encontraba encendida y grabando.
Rebobinó la cinta para ver al viejo aun con vida, él estaba acostado en su cama, durmiendo. En ese instante entró su hija, llevando consigo una bandeja con un vaso con leche y galletas, la cual dejó cerca del placard. Extrajo de su bolsillo un polvo que vertió en el vaso de leche, revolvió la mezcla y llamó al viejo para que se lo bebiera. El anciano se incorporó de su la cama, recogió con sus manos el vaso de leche y mirando fijamente hacia la cámara se lo bebió. Entonces Mateo comprendió que la hija del anciano lo estaba envenenando.
Se retiró de allí con la filmación en su mano y al día siguiente la entregó al fiscal, quien de inmediato mando a detener a la mujer. Días después los resultados de la autopsia determinaron muerte por envenenamiento, siendo procesada la hija del anciano por homicidio especialmente agravado. Mientras tanto, los auriculares siguen guardados en la caja del celular, con aquella voz que solo busca ser escuchada…
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