En el Noroeste de Estados Unidos, más precisamente en la región de la Columbia Británica, años atrás vivieron sociedades complejas, llamadas kwakiutl. Se subdividían en alrededor de quince pueblos diferentes, con tradiciones y actividades diversas entre ellos.
El entorno de residencia siempre les propició alimento y recursos para construir viviendas, canoas y armas. El paisaje es muy rico, ya que limita en la parte oeste con el océano pacífico, y se adentra un bosque espeso con grandes cursos de agua internos. Lugar óptimo para la caza y la pesca, de lo que siempre vivieron.
Sus tradiciones son muy interesantes para estudiosos de todo el mundo, como el Potlach. Una ceremonia en la que los distintos grupos se ofrecen regalos y se refleja el prestigio que hay entre estos. La lógica es inversa a la de nuestra sociedad, ya que aquí el que más le da al otro y el que más cede lo que tiene, es el mejor. Queman hasta sus casas y regalan muchos recursos.
Si se observan los restos arqueológicos encontrados aquí, a simple vista se puede observar que la fuente de inspiración para el arte fueron los animales. Principalmente los buhos y salmones.
Hay una historia que fue contada por un gran hombre de la tribu Nimkish. Sucedió antes de concluir su organización política, social y económica.
Resulta que tiempo antes del invierno, cuando se empezaba a almacenar los alimentos para pasar la fría estación bien provistos, alguien dijo oír susurros provenientes del bosque.
Noche tras noche, se les iban presentando a cada uno de los habitantes de la tribu. Hasta que un día decidieron, con miedo a que sean espíritus o entes malignos, ir a buscarlos y esclarecer esta situación paranormal que estaban viviendo.
Cuando, oyeron los susurros esa noche, encendieron las antorchas con grasa de pescado, y salieron en formación horizontal, cubriendo el mayor ancho posible.
No tuvieron dificultades para ver de donde provenía, y se concentraron todos los habitantes bajo un árbol. Cuando miraron hacia arriba, vieron un buho gigante, colorido como un pavo real, con colores vigorosos y una belleza inexplicable.
Los dejó atónitos, y sin miedo. Bajo hacia la superficie, y ante la incredulidad de algunos, les dijo:
− Peregrinamos sin entender los límites temporales. Somos hijos de la luz. El polvo de estrellas fue lo que nos dio origen. Amen y piensen, que para eso estamos aquí.
A todos les pareció hermoso, el susurro se transformó en la voz más dulce que oyeron en sus vidas. Niños y grandes, no podían creer lo que estaba sucediendo.
Luego de hablar, se largó volando sin decir una palabra más. Años más tarde los Nimkish se convirtieron en la tribu donde el temple vale más que cualquier cosa. El pacifismo, el respeto mutuo y el trabajo son los ejes principales de su vida.
Lo que les dijo el Buho esa noche, marcó a fuego su vida y la de todos los que conforman la sociedad. Al día de hoy, encontrar un Nimkish, es sinónimo de sabiduría.
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