Jorgito era un niño muy mimado, al que sus padres habían malacostumbrado a recibir todo lo que quería sin excusas. Muy tarde se habían dado cuenta de que esta no había sido la mejor manera de educar al niño, pues a menudo hacía berrinches y no pensaba en los demás.
La Navidad se acercaba y ellos pensaron que esta sería una buena oportunidad para enseñarle a compartir y ser más humilde. Pero se llevaron una sorpresa al ver la lista que el pequeño le había escrito a Santa Claus.
El niño se había pedido prácticamente la tienda entera de juguetes.
—Jorgito, no puedes pedir tantas cosas —trató de razonar con él su madre—, Santa Claus tiene que repartir sus juguetes entre todos los niños del mundo. Piensa que ellos también deben jugar en Navidad.
Muy enfurruñado, el chiquillo subió a su habitación disgustado y pensó que aquello era muy injusto.
Al día siguiente se encontraba en la escuela y maestra les hablaba acerca de la Navidad. Ella les explico lo importante que era disfrutar con la familia y los amigos, más que recibir obsequios.
Luego les preguntó cuantas cosas habían pedido para las fiestas.
Todos los niños respondían que solo habían pedido uno o dos regalos, pero cuando le llegó el turno a Jorgito, el respondió que había pedido nada más y nada menos que veinticinco juguetes. Todos se quedaron anonadados.
Al final de la clase, la maestra lo llamó para hablar con él:
—No deberías pedir tantas cosas —le dijo con suavidad—, tal vez puedas quitar algunas de la lista, para tener más tiempo de estar con tus padres.
Al regresar a casa, Jorgito sacó diez cosas de su lista y sus padres pensaron que aquello estaba muy bien. Aunque todavía tenía que recibir quince juguetes.
Al día siguiente,Jorgito y sus padres salieron de compras y por la noche, el coche se les descompuso en medio de la calle. Lo peor es que no habían conseguido ni un árbol de Navidad o un nacimiento de Belén, porque todos se habían acabado en las tiendas.
En ese momento, el niño se puso a rezar al ver que no aparecía nadie que pudiera ayudarlos.
Pidió perdón por ser tan egoísta y prometió conformarse con solo uno o dos juguetes, si alguien los ayudaba a sus padres y a él a salir del frío. En ese instante apareció un ángel ante él:
—Gracias por quitar esos juguetes de tu lista. Mira en el maletero y encontrarás una sorpresa.
Jorgito miró en el maletero, ¡había un árbol de Navidad y un nacimiento nuevos!
Su padre pudo encender el coche y se marcharon a casa.
En Navidad, Jorgito se encontró con los veinticinco juguetes que había pedido al principio, pero decidió compartirlos con los niños pobres. Sus padres se sintieron orgullosos de él al ver como repartía sus obsequios entre aquellos chiquillos que no tenían nada y supieron que había cambiado.
Esas fueron las navidades más especiales para el niño que lo había querido todo.
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