Una de las leyendas urbanas que más aterrorizaron a la Ciudad de México hace muy pocas décadas, fue la de «el señor de la bolsa», un personaje siniestro que, según se contaba, frecuentaba el transporte público subterráneo. Nuestra historia comienza una tarde agitada en la estación del metro. Una mujer se disponía a tomar la línea 3, que va desde Indios Verdes hasta Universidad.
Era justo la hora pico y desde luego, los vagones se encontraban a reventar. Gente que salía y entraba, desesperada por apartar un buen lugar sin tener en consideración al resto de pasajeros.
La mujer subió malhumorada, siendo empujada por los otros y tratando de contentarse al pensar que pronto estaría en casa para comer.
De pronto, un hombre vestido con una gabardina y la mirada baja entró y se quedó de pie junto a ella. La afluencia de personas hacía imposible tener un poco de espacio personal, por lo cual pudo observarlo con detalle. Era peculiar su vestimenta, pero más aún el hecho de que llevara un bolso de mujer colgando del hombro.
Sin saber por qué, la mujer tuvo un mal presentimiento.
Durante todo el resto del trayecto intentó ignorar al hombre, cuya presencia la ponía nerviosa. En una parada, se permitió echar un vistazo hacia la bolsa, cuya cremallera estaba ligeramente abierta. Algo asomaba por la abertura. Era un dedo femenino, en el cual brillaba un costoso anillo de diamantes.
Con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho, la mujer aprovechó que el desconocido se había puesto de espaldas para acercarse a mirar mejor. Temblorosa, se atrevió a tomar discretamente la cremallera y ampliar la abertura del bolso… entonces soltó un grito desgarrador que sobresaltó al resto de los pasajeros.
La bolsa estaba llena de manos de mujer, todas ataviadas con extravagantes alhajas: brazaletes, anillos, relojes de oro…
Al verse descubierto, el hombre aferró su preciado botín y se apresuró a salir del vagón apenas las puertas se abrieron. Casi de inmediato llegó la policía, preguntando que había pasado.
—¡Allá va! ¡Allá va! ¡Ese hombre tiene un bolso lleno de manos humanas!
De inmediato, los oficiales intentaron ir tras él, perdiendo el rastro a los pocos minutos. Y por más que se dio aviso a las autoridades de las estaciones adyacentes, nadie logró dar con aquel siniestro extraño. Entre tanto, ya la mujer testigo había ofrecido su declaración ante la policía y presa de sus propios nervios, se negó a partir de ese instante a seguir tomando el metro.
El incidente no tardó en saltar a los periódicos y las noticias locales, dejando a la ciudad a la expectativa para ver si atrapaban al siniestro hombre. Pero toda búsqueda fue en vano y el caso se cerró.
Aunque no por eso fue olvidado.
Aún hoy en día, se dice que debes tener mucho cuidado si subes al metro de Ciudad de México de noche o de día. Y es que de vez en cuando, algunas personas juran haber visto subir a un tipo con un bolso sospechoso.
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