Anoche lo he soñado de nuevo. Estaba siendo arrastrado a través de un túnel que parecía interminable, entre recovecos claustrofóbicos y muros de tierra apisonada. Al principio no sabía donde me encontraba. No era capaz de sentir ninguna de las extremidades de mi cuerpo; en cambio, sí que era consciente de ellas.
Ellas, con sus pequeñas patas y cuerpos diminutos, dirigiéndose en fila hacia su destino. Por decenas, por cientos, emitiendo un ruido grotesco que había pasado de ser imperceptible, a llenar todos los rincones de aquel escondrijo.
Y sentí pánico. Sentí verdadero pánico de estar ahí, encerrado.
Con ellas.
Me desperté de golpe en medio de la noche, agitado y empapado de sudor frío. Lo primero que hice, fue buscar desenfrenadamente a mi alrededor. Estaba solo, en mi cama.
Hice una larga exhalación y me recosté de nuevo, repitiéndome que todo había sido un sueño.
Entonces la vi. Habría sido imposible a través de la penumbra de mi habitación, pero la vi, aunque era absolutamente diminuta y no tendría por qué haberle dado importancia. Estaba mirándome desde la mesa de noche y permaneció inmóvil cerca de un par de segundos.
Era una hormiga roja.
Maldije por lo alto mientras me levantaba a encender la luz y para cuando lo hice, la estúpida había desaparecido. Decidí que tan pronto como amaneciera, pondría insecticida por todos los rincones.
Sé que es algo ridículo, de veras lo sé, pero el caso es que no puedo evitarlo. Ese maldito sueño me tiene alterado.
Tengo un mal presentimiento.
Tal y como prometí, el día enteró me pase buscando hormigas en las cercanías, rociando con insecticida mi casa y tapando los posibles accesos por donde pudieran entrar. Escondí bien el azúcar en la despensa y limpie mi cocina prolijamente, seguro de que no había más nada que pudiera atraer a esas desagradables intrusas.
Tras haber llevado a cabo esta exahustiva rutina, me abandoné al sueño confiado en que nada pudiera perturbar mi descanso.
No sé muy bien en que momento comenzó, pero esto no es un sueño.
Desperté, sin poder sentir la más mínima parte de mi cuerpo. Algo me arrastraba y lo sabía porque veía las paredes de tierra pasar a mis costados. ¿Qué cómo lo veía? Verás, no podría explicarlo. Es como si solo mi conciencia estuviera despierta en estos instantes. Ojalá no hubiera sido así.
Y es que, para cuando me di cuenta de lo que realmente estaba pasando, solo pude verme inmerso en el horror con el que lo desconocido siempre sobrepasa toda lógica y cualquier intento por volver a la normalidad.
Me estaban llevando al hormiguero en diminutos pedazos.
Vi pasar varias partes de mí a lo largo del túnel, hasta esa espantosas morada en donde miles de cuerpos insectoides daban buena cuenta de mi carne y cada uno de mis tejidos. Vi relucir mis huesos debajo de toda esa masa de carne.
Dentro de poco no tardarán en acabar conmigo y esta última parte de mi consciencia, también se apagará.
Ojalá sea pronto.
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