Vivir sola tiene sus ventajas, no existen horarios de llegada, no hay que dar explicaciones, puedo levantarme a la hora que quiera y comer todo lo que se me antoje, desde que me gradué pude lograr varias metas, entre estas tener mi propio apartamento, no es lo que había planeado pero servirá por los momentos, es mi espacio donde puedo ser yo misma y hacer lo que quiera.
Al principio fue un desafío hacer todo por mi cuenta pero me he ido acostumbrando, la verdad es que ya comienzo a amar mi soledad, los fines de semana son mis días favoritos puedo comer helado y ver Netflix todo el día, quizás es en parte para eludir las invitaciones de mis amigas a los club o discos, no soy una chica que ame ese tipo de diversión.
En constantes ocasiones la soledad tiende a superarme, el silencio se apodera de mi habitación y un sentimiento de pena llena mi corazón, esto comenzó a ser algo frecuente y me asustaba cada vez más hasta el punto de acudir a un médico para cerciorarme que todo marchara a la perfección, pero en vista de que no me daban un diagnostico decidí buscar ayuda por mi cuenta.
Sé que la soledad puede ser un sentimiento duro que llega abatir a cualquiera pero esto era diferente, ya no solo era el sentimiento, ahora sentía que me observaban desde mi la puerta, pero vivo sola, no tengo mascotas y mis puertas y ventanas se encuentran fuertemente reforzadas, es imposible que alguien pudiera entrar, o eso es lo que llegue a pensar.
Con el tiempo todo comenzó a menguar, y estos episodios eran cada vez menos intensos, hasta que algo extraño sucedió, eran muy tarde yo diría que las tres de la mañana, algo me llamo la atención y era que la luz de la sala estaba encendida, acostumbro apagarla todas las noches para que la factura de la electricidad no salga tan alta.
De pronto algo cruzo el pasillo, pude ver una sombra por debajo de la puerta, llegue a pensar que habían entrado a mi apartamento, mi puerta comenzó a estremecerse, estaban forzando la cerradura, ¡intentaban entrar!, el pánico se apodero de mí no supe que hacer más que taparme con mis sabanas y hacerme la dormida, la puerta se abrió pero no había nadie.
Ya cansada de que esta situación decidí tomar cartas en el asunto y preferí enfrentar mis miedos de una buena vez, no dormí esa noche, deje la luz de la sala apagada pero esta vez no se encendió, ruidos provenientes de mi cocina como si las cucharas fueran estrelladas contra el suelo, no pude contenerme fui a ver, cuando llego a mi cocina todo estaba en orden.
Esto me estaba volviendo loca, fui a mi habitación pero antes encendí la luz de la sala, por alguna razón la puerta tenia seguro así que la forcé un poco para que abriera, cuando la abrí vi a una mujer acostada en mi cama, esa mujer era yo.
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