Vivo en un departamento convenientemente ubicado en el centro, dentro de un edificio nuevo, de esos que se construyeron en lo que antes era una de esas casonas antiguas, ¿sabes? El lugar no está mal, habitaciones espaciosas y acabados de lujo en los baños y la cocina. Se necesita tener una buena pasta para habitar en un lugar como este.
No he escatimado a la hora de amueblarlo. Siempre fui fan de lo simple, lo minimalista, así que las paredes están pintadas de blanco y en los muebles abundan las líneas rectas. Cuadros de arte abstracto cuelgan de los muros; era cosa de que no se vieran tan solitarios.
Cualquiera que entrara a mi apartamento podría pensar que lo estoy pasando de maravilla. Tengo mi propio espacio en una excelente ubicación y está decorada de un modo exquisito.
Sin embargo, yo la odio. Desearía no tener que pasar un segundo más aquí.
¿Pero a dónde voy a ir? ¿A un hotel? ¿Volvería a lo de mis padres? No estoy tan desesperado, por Dios… no aún. Uno sale de la casa de sus viejos con la idea fija de no volver más que en navidades y alguna otra fecha significativa.
E incluso con los míos eso es poco probable, últimamente no encuentran otro entretenimiento que no sea pelear, lo que ha ahuyentado de manera paulatina y eficaz a todos sus hijos.
No obstante… espera, he escuchado un ruido. A veces mis nervios me traicionan.
No obstante, como te decía, en ocasiones me siento capaz de volver a afrontar eso de nuevo, con tal de despedirme de estos muros blancos y claustrofóbicos, aun con toda la luz que entra por las ventanas y la amplitud de las estancias.
No soy yo. Es el departamento. Pensaba que estaba viviendo solo, de veras que lo pensaba.
Pero no es así, yo sé que no es así. Anoche encontré mi cepillo de dientes en el suelo y el tubo de dentrífico abierto y medio desparramado sobre el lavabo. Estoy seguro de que dejé ambos en su lugar antes de ir a acostarme.
Hoy, al levantarme, la tostadora estaba conectada y una rebanada de pan se cocinaba en su interior.
Un escalofrío me recorrió la columna vertebral.
No estoy solo. Está aquí, en algún rincón. Nunca se queda en la misma habitación que yo, como si temiera que le descubra y le eche. Y vaya que lo he intentado.
Hace una semana, por ejemplo, mientras veía televisión. La puerta de mi habitación emitió un rechinido y pude apreciar, bajo el sonido de esa violenta película de Robert de Niro, como si alguien andara por el pasillo, de puntillas.
Me levanté como un resorte y corrí solo para encontrarme con el pasadizo desierto.
¡Sal de mi casa!
Ahora permite que me quedé en silencio, por un minuto, creo que he escuchado algo. ¿Lo oyes tú también? Está avanzando en el pasillo de nuevo, lo hace de puntillas, no quiere que le descubra…
Creo que está a mis espaldas.
ME ENCANTA LA LITERATURA, EN POCAS PALABRAS ME FASCINA LEER.
Desearía saber más de tí y de tu literatura; que la he leído y me encanta mucho.