Cerca de las doce de la noche, Alexis se disponía a regresar a casa tras un día extenuante en su trabajo como conductor de autobús. Estaba acostumbrado a terminar a altas horas de la noche, pero a veces el cansancio podía más que él. Se reconfortó al pensar que, luego de dejar el vehículo en su correspondiente estacionamiento, llegaría de inmediato a casa para dormir.
Pero el trayecto todavía le parecía tan largo.
Bostezando, Alexis se esforzó por concentrarse en el camino aunque cada vez sentía más sueño. Sin poder evitarlo, sus ojos se cerraron mientras se encontraba al volante y no fue capaz de ver a la muchacha que cruzaba delante de él.
Alexis se despertó bruscamente al sentir que el autobús se impactaba con algo. Asustado, frenó y se asomó para comprobar que efectivamente había arrollado a una joven.
Lleno de pánico miró hacia todas partes, sin encontrar testigos del horrible accidente.
Se dijo a sí mismo que no podía ir a la cárcel, tenía una familia que mantener y dentro de todo, era un buen hombre que solo había tenido algo de mala suerte esa noche.
Sin pensarlo dos veces, Alexis se volvió a poner en marcha y se alejó del lugar a toda velocidad.
Mientras conducía, presa de los nervios, le pareció ver algo en el espejo retrovisor y levantó la mirada. Casi se muere del susto al ver, como en el asiento trasero, había una muchacha con el rostro ensangrentado que lo miraba fijamente.
Alexis miró hacia atrás y vio que el asiento se encontraba vacío, pero cuando miró de nuevo el espejo, la chica continuaba allí. Se había acercado un poco más.
A punto de llorar, el conductor miró sobre su hombro sin comprender, pues detrás de él no había nadie.
Otro vistazo al espejo le confirmó que ella seguía ahí, cada vez más cerca. Temblando, Alexis se repitió que todo era una alucinación y aceleró el paso. Pero cuando sintió una mano helada que lo tomaba con fuerza del hombro, soltó un grito espeluznante y viró con el volante, haciendo que el bus entero se volcara.
El hombre quedó inconsciente.
Cuando Alexis despertó, vio que se encontraba en una cama de hospital. Tenía una de sus piernas completamente vendada y varias curaciones en los brazos y en la cabeza. Al principio no comprendió que estaba haciendo allí.
Luego recordó lo que había sucedido la noche anterior y se estremeció. En especial al ver como unos oficiales de policía entraban en ese momento, son serios semblantes en sus rostros.
—Señor, nos encontramos aquí porque recibimos un grave reporte. Parece ser que el autobús que usted conducía atropelló a una muchacha ayer, cerca de la madrugada. Hallamos rastros de sangre en la carrocería que coinciden con el impacto del golpe —sacaron una fotografía—, ¿reconoce usted a esta mujer?
Alexis la miró y nuevamente sintió escalofríos que bajaban por su espalda. Era la chica del asiento trasero del bus.
Se había asegurado de que no se saliera con la suya.
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