Este caso es uno de los más aterradores entre los que se tienen constancia en la historia, y desafortunadamente real. A finales del siglo XVI, nacía en los límites de Edimburgo, Escocia, Sawney Beane. Años más tarde, abandonaba la comarca en la que había venido al mundo al lado de su mujer, con la idea de emigrar al lado opuesto del reino.
Sin embargo, en el camino, encuentran una profunda gruta en medio de las colinas, donde por alguna razón deciden quedarse a vivir. Su modo de subsistencia pasa a ser el de los asaltantes de caminos. Sawney y su esposa se dedicaron a asesinar y saquear a los viajeros que pasaban por la zona.
A medida que el tiempo pasaba, su familia también fue creciendo y adoptando un estilo de vida primitivo. El incesto se convirtió en una práctica habitual dentro de sus miembros, de tal modo que en veinticinco años, la pareja concibió ocho y seis hijas, dieciocho nietos y catorce nietas, que tenían relaciones entre sí. Su método de supervivencia era el más terrible, pues para alimentarse, devoraban a los viajantes a los que asesinaban sin piedad.
Fue cuestión de tiempo antes de que la zona se hiciera famosa por las desapariciones de múltiples personas, cuyos restos eran encontrados cerca de la costa. Se trataba de despojos humanos que la familia Beane no era capaz de devorar.
Siempre se cuidaban de no atacar a más de cinco o seis viajeros que fueran a pie, así como de no dejar a nadie con vida.
En los alrededores, se llegaron a barajar hipótesis sobre que las colinas podían estar habitadas por jaurías de lobos salvajes o demonios. Algunos se contentaron con la explicación de que eran los posaderos en las pensiones a pie, los culpables de los asesinatos. Debido a los métodos de tortura que se empleaban en los juicios, muchos inocentes fueron ejecutados tras confesar bajo presión, enturbiando aun más el caso.
Hasta que una tarde, una treintena de hombres que habían salido de caza pasaron por los alrededores de la cueva de Sawney Beane, siendo alertados por un grito aterrado.
Era un hombre que viajaba con su esposa trataba de defenderse desesperadamente de un grupo de salvajes, pistola en mano. Su pobre mujer yacía a su lado, destripada. Las mujeres del clan de Beane bebían su sangre. Al ver un espectáculo tan espantoso, los cazadores se encargaron de ahuyentar a los caníbales, que corrieron hacia su gruta.
Cuando la noticia llegó a sabiendas del rey James I de Inglaterra, 400 soldados acudieron a averiguar, encontrando una escena terrible en el interior de la caverna. Sawney Beane y su familia habitaban como salvajes, entre restos humanos como brazos y piernas que se amontonaban los unos sobre los otros. Incluso habían salado algunos trozos de carne para conservarlos a lo largo de los meses. De inmediato se efectuó el arresto.
Todos los hombres del clan de Beane fueron torturados hasta la muerte, mientras que las mujeres perecieron en la hoguera.
¡Sé el primero en comentar!