Hace muchos años, más de los que puedo recordar, un ángel bajó desde el cielo para anunciar el nacimiento del Niño Jesús. Se presentó ante tres pastorcitos que trabajaban en el campo, invitándolos a marchar a Belén para conocerlo.
—Es el más hermoso bebé que hayan visto y hoy, Dios lo ha entregado a los hombres para mostrarles su amor incondicional —dijo el ángel.
Los pastores emocionados, decidieron ponerse en camino para ir a verlo.
—Le voy a llevar la lana de mis ovejas, para que su mamá le teja un suéter y no sienta frío —dijo uno.
—Yo le llevaré la leche de mi cabrita, para que no tenga hambre —dijo el otro.
—Y yo le puedo llevar una manta, para que lo arrullen en su cuna —dijo el tercero.
De pronto, detrás de ellos, una tímida vocecita habló.
—Yo también quiero ir a conocer al Niño Jesús, ¿puedo ir con ustedes?
Quien hablaba era un abeto, el cual al escuchar al ángel, sintió ganas de viajar también hasta Belén. Los pastores lo observaron asombrados.
—¿Pero tú cómo vas a venir con nosotros? Si eres un árbol y no tienes pies para caminar, ¡no puedes moverte de ahí!
Muy triste, el abeto se dio cuenta de que tenían razón y tuvo que verlos marchar. Poco después pasaron tres hombres vestidos elegantemente, que montaban sobre camellos e iban cargados con alforjas llenas de regalos, mientras contemplaban una brillante estrella en el cielo. Eran los Reyes Magos, que como los pastores, estaban acudiendo a ver a Jesús.
—¿Por qué estás tan triste, querido abeto? —le preguntaron al verlo tan decaído.
—Es que yo quería ir a Belén a adorar al Niño Jesús, pero como no tengo pies ni puedo moverme, nunca podré conocerlo.
Los reyes, conmovidos por su deseo, bajaron de sus camellos y sacaron todo tipo de adornos: cuentas, esferas de colores, figuras de oro y plata, incluida una estrella que dejó al árbol sin habla. Con estas cosas comenzaron a decorarlo para subirle el ánimo.
—Tal vez no puedas moverte de aquí, pero le vamos a enviar tus cariños al Niño Jesús. Y mientras tanto, tú te quedarás aquí, brillando para anunciar al resto de los pastores que ha nacido un nuevo rey.
Cuando terminaron de decorarlo el abeto lucía tan hermoso, que por primera vez en mucho tiempo se sintió verdaderamente feliz y prometió a los Reyes Magos que anunciaría la buena nueva a todos los viajeros que pasaran por ese camino. Y así fue. El árbol brillaba tanto y era tan llamativo, que muchas personas se acercaron para admirarlo y después se fueron a Belén, siguiendo la misma estrella que guiaba a los tres sabios.
Desde entonces, cada año en Navidad es costumbre en muchos países colocar un árbol y decorarlo con los más bellos adornos. No todos lo saben, pero estos árboles representan al primer abeto, que con su bondad y sus buenas intenciones logró cambiar al mundo.
Y es que a veces, solo basta una pequeña acción para lograrlo.
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