Abordé mi vuelo como tenía previsto, sintiendo mi humor decaer cuando la vi avanzar por el pasillo del avión. Era una mujer con considerable sobrepeso, que se acercaba bamboléandose hasta el asiento que estaba a mi lado. Mi peor pesadilla.
—Hola, ¿cómo estás? —me saludó y yo fingí no haberla escuchado, ignorando como acomodaba su equipaje y se sentaba a mi lado.
Su enorme trasero llenó todo el asiento, al igual que su gordo brazo sobre nuestro reposabrazos común. Yo me pegué a la pared sintiéndome incómodo.
Cuando volvió a repetir su saludo, no pude sino decirle un «hola» con desgano.
—Me llamo Laura, vengo de Gran Bretaña. ¿Y tú? ¿Eres de Japón?
—De Malasia —volví a responder, fastidiado.
No me hacía a la idea de pasarme horas sentado al lado de esa ballena.
—Disculpa. Ya que vamos a pasar tanto tiempo juntos, creo que es mejor que seamos amigos, ¿no crees? —repuso, extendiéndome su mano para que la estrechara.
Lo hice, sin mostrar interés y entonces Laura siguió hablando, como si no se diera cuenta de mi desdén. Me contó del viaje que haría a Berlín para visitar a sus amigos y los regalos que planeaba llevarles. Luego me preguntó cosas sobre mí y aunque yo le contestaba con monosílabos, ella siempre tenía un cumplido que hacer ante mis respuestas.
Cuando nos trajeron la comida, se molestó en que yo tuviese espacio suficiente para almorzar.
—No quiero incomodarte con mi tamaño de hipopótamo —bromeó.
Me sorprendí al darme cuenta de que ya no sentía desagrado hacia ella, sino todo lo contrario. Laura era una persona amable, positiva y muy culta, con la que podías hablar de arte, ciencias, libros, filosofía… mientras más conversábamos, más interesante me resultaba.
Incluso la azafata se rió con ella cuando la escuchó bromear sobre su peso. Fue cuando le pregunté si alguna vez había considerado adelgazar.
—No, he trabajado mucho para ser quien soy. ¿Por qué debería renunciar a eso? —me dijo.
—Pero, ¿no te preocupan las enfermedades del corazón?
—La gente que se preocupa todo el tiempo por su peso es la que más se enferma. La gente me ve y suele pensar que soy una holgazana. En realidad como saludable y camino mucho, simplemente soy gorda porque así nací. Solo podía sentirme libre aceptándome como soy y amando mi aspecto, ¿por qué perdería mi tiempo obsesionándome con adelgazar, cuando hay tanta gente interesante a la que conocer y tanto que hacer? Si así fuera, ¡me verías corriendo detrás de los hombres!
—¿Y ellos no corren detrás de ti?
—Por supuesto, muchos hasta han llegado a pedirme matrimonio. Y eso que hace tiempo que estoy felizmente casada.
Al aterrizar en el aeropuerto, pude ver que Laura se dirigía hacia un grupo de personas que la esperaban con emoción. Sus amigos la abrazaron llenos de felicidad y ella se volvió hacia mí con una sonrisa.
Solo entonces me percaté de que en verdad, Laura era la mujer más hermosa a la que había conocido.
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