Pepe acababa de terminar con su novia y no estaba de ánimos para fiestas. Aun así, para que sus amigos no siguieran atosigándolo, aceptó ir con ellos a una discoteca aquella noche.
Los muchachos estaban seguros de que lo que él necesitaba, era divertirse y encontrar a una chica guapa para olvidar sus males de amores.
Entraron pues en el club nocturno y bebieron, Pepe en especial, ansioso por olvidarse de sus problemas. Ya entrada la noche, se acercó a él una chica preciosa, muy simpática y bailadora. Sus amigos lo impulsan para hablar con ella y después de pasarlo bien, los dos acaban besándose apasionadamente.
Pepe ha tenido suerte.
La desconocida lo invita a ir a un hotel y sin dudarlo, él la sigue hasta un taxi, ya demasiado embotado por las bebidas ingeridas. Está muy mareado pero todavía puede sostenerse en pie.
La muchacha lo guía hasta una habitación en el establecimiento y en cuanto están a solas, saca una licorera de su bolso y le ofrece un último trago, que él se toma con gusto. Poco después comienza a sentirse mal. Una vez que toca la cama, Pepe pierde toda la conciencia.
Al despertar por la mañana, no se encuentra en la cama con la chica a su lado, sino desnudo, metido en la bañera, la cual ha sido llenada con hielo. Tiembla de frío y le duele muchísimo la espalda. Le cuesta recordar lo que hizo anoche.
Consternado, Pepe se da cuenta de que alguien ha dejado una nota en el espejo del baño, que dice lo siguiente:
«Llama a una ambulancia de inmediato o vas a morir».
Asustado, sale de la bañera con torpeza y entonces se da cuenta. Tiene dos heridas en la espalda, a ambos lados del cuerpo. Justo ahí era donde se encontraban sus riñones. Pepe palidece y se arrastra a la habitación donde a duras penas consigue marcar el número de emergencias.
Minutos después, unos paramédicos lo están trasladando de emergencia al hospital, donde le es confirmado que le han robado los mencionados órganos.
Al parecer, hay una banda de traficantes en la ciudad que se beneficia con el mismo modus operandi: chicas hermosas contactan con muchachos en las discotecas y los engañan prometiéndoles una noche apasionada, solo para drogarlos y que los malvivientes les puedan quitar sus riñones u otros elementos vitales.
Les pagan personas sin escrúpulos o muy desesperadas, que no dudan en pagar por ellos a precio de oro, sin importarles su turbia procedencia.
Tristemente, Pepe tendrá que usar una máquina de diálisis de ahora en adelante, hasta que le puedan conseguir un trasplante de riñón.
Esta leyenda urbana es una de las más conocidas en todo el mundo. Si bien nunca se ha podido comprobar con hechos fehacientes, no hay que olvidar que el tráfico de órganos desgraciadamente, es un crimen real y quienes lo cometen siempre se encuentran a la espera de oportunidades para lastimar a inocentes.
Por eso, nunca hay que dejar de ser precavidos.
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