Conocido por su velocidad y las hermosas manchas en su pelaje, el guepardo es uno de los animales más majestuosos del mundo. Sin embargo, él no siempre fue como hoy lo conocemos; cuentan las leyendas antiguas que hace mucho tiempo, su piel era lisa y dorada, como si solo estuviera hecha de hebras de sol. Las manchas llegaron después a causa de una gran tristeza…
En ese entonces, habitaba en la selva una madre guepardo que se sentía muy orgullosa de sus cachorros. Ellos eran todo su mundo, traviesos, curiosos y muy hermosos como era de esperarse en su especie. Y la mamá lo habría dado todo por ellos.
Un día, al levantarse, la guepardo se dio cuenta de que sus hijos no estaban por ningún sitio. Pensando que se habían ido a jugar los buscó por los alrededores, llamándolos incesantemente sin que aparecieran. Y cuando no los encontró, se puso a preguntar a los otros animales si por casualidad no los habrían visto.
—No, que mal presagio. Dicen que por ahí anda un cazador —le dijeron en todas partes—, ¡corre a buscarlos, pues seguramente están en peligro!
Muy asustada, la madre guepardo corrió atravesando la selva y mientras volvía a llamar a sus cachorritos, copiosas lágrimas cayeron de sus ojos, esparciéndose por su piel y dejando un montón de manchas en su lomo, sus patas, sus orejas, su cara y su hocico. En ese instante un disparo resonó en la distancia. El cazador se encontraba muy cerca y ahora ella podía escuchar el llanto de sus cachorros.
Furiosa, la guepardo lo atacó con uñas y dientes, y ni siquiera la escopeta que portaba aquel hombre fue suficiente para detener su venganza.
Al final, los dioses contemplaron este suceso como un acto de justicia, pues muchas veces habían advertido a los seres humanos que no podían alterar el equilibrio de la naturaleza, ni cazar a los animales por simple ambición.
Ese día, el cazador no volvió a casa, pero la madre guepardo recuperó a sus hijos con gran alegría.
—Mis queridos cachorros, ¡prometan que nunca más volverán a alejarse sin que yo esté cerca para protegerlos! Ya vieron lo peligrosa que puede ser la selva.
Los pequeños guepardos se disculparon por su madre por haberse ido de esa manera y ella sintió tanta dicha de tenerlos de nuevo, que las lágrimas inundaron una vez más sus ojos, cayendo sobre los cuerpecitos de los cachorros y creando unas manchas tan hermosas como las que ahora tenía ella. Y cuando crecieron, no solo fueron igual de bellos, sino que también se convirtieron en los felinos más rápidos de la selva, para poder huir antes que nadie de los cazadores y de sus armas.
Desde entonces todos los animales de esta especie nacen con el pelaje manchado, como recuerdo de su amor por la libertad y el sufrimiento que puede causar la avaricia del hombre. Un guepardo puede ser fiero y violento, pero también leal cuando se trata de proteger a los suyos.
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