¿Alguna vez te has preguntado por qué los cocodrilos siempre se apresuran a ocultarse debajo del agua, y no pasan tanto tiempo en la tierra? Esto es porque sienten mucha vergüenza de la piel que tienen, escamosa, opaca y deslúcida a comparación de la de otros animales.
No siempre fueron de esta manera. Hubo un tiempo en que el cocodrilo llegó a ser considerado como la criatura más bella sobre la tierra, debido a que cuentan, que tenía un aspecto maravilloso.
Su piel era de un dorado reluciente, de tal forma que cuando la luz de la luna se reflejaba sobre ella, parecía hecha de oro líquido. Y todos a su alrededor se quedaban asombrados con su apariencia, confundiéndolo con una joya mientras nadaba en el río.
Pero él solo salía de noche, pues durante el día tenía que permanecer bajo las aguas para protegerse del sol. Sin embargo, pronto llegó a olvidarse de esto, envanecido como estaba con su propia belleza.
—Todos los animales me admiran a causa del brillo de mi piel, que se multiplica con los rayos de luna —se dijo a sí mismo—. Si esto pasa de noche, mucho más hermoso me veré cuando la luz del sol se refleje sobre mí, a plena luz del día. Los demás se quedarán encandilados con mi persona. Me amarán tanto, que no tendrán más remedio que venerarme como a un dios. ¡Cuán magnífico me veré entonces!
Así que resolvió que de ahí en adelante, no se escondería más apenas amaneciera. Saldría de las aguas para pasearse a la vista de todo el mundo.
El día llegó y el cocodrilo salió del agua, orgulloso como él mismo.
La luz solar le daba de lleno, haciendo que su piel obtuviera un reflejo que no se comparaba al del oro, ni al de ningún metal precioso sobre la tierra. Pronto, el resto de los animales convinieron en que debía ser la criatura más bella a la que hubiesen visto en los alrededores; algunos con auténtica admiración, otros con envidia y recelo.
Y la vanidad del cocodrilo crecía más y más con el pasar del tiempo.
No obstante, he aquí que un día se percató de que el sol no le estaba haciendo ningún bien. Su piel se había resecado tras estar demasiado fuera del agua y el resplandor se había desvanecido, convirtiendo su precioso color dorado en un marrón opaco y lleno de manchas, que le ocasionó mucha vergüenza.
Y quienes tanto lo admiraban, ahora se burlaban de él, sin dejar de señalar sus arrugas y su fealdad. Apenado, el cocodrilo volvió a sumergirse en el río, de donde a duras penas volvió a salir.
Por eso es que hasta el día de hoy, los de su especie no pueden permanecer demasiado en las afueras. Se ocultan en las aguas apenas ven aproximarse a alguien. Están tan avergonzados de su piel, que solo sueñan con volver a tener la belleza que disfrutaban antaño y que se marchitó por su soberbia y falta de humildad.
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