Descripción: Casada con un hombre rico, Irma parece tenerlo todo. Pero un golpe muy duro de la vida le hará recordar que es lo más importante.
Personajes: Irma, Rafael, Genaro, Invitados, Doña Imelda
PRIMER ACTO
Irma, una muchacha muy guapa y refinada, vestida de novia, entra en el escenario. El lugar está decorado como una elegante recepción, en la que varias personas bebiendo, hablando y tomando canapés. Ella se dirige hacia un hombre apuesto y vestido con esmoquin, al que besa brevemente en los labios.
Irma: No puedo creer que al fin estemos casados, Rafael.
Rafael: Créelo, mi amor. Por fin eres la esposa del hombre más acaudalado de la ciudad, este es el comienzo de una nueva vida para ti.
Un hombre de apariencia humilde entra en escena, mirando a la pareja con desaprobación.
Genaro: Así que esto era lo que ocultabas, Irma.
Rafael: Irma, ¿quién es este hombre?
Irma (nerviosa): Yo… no… no sé…
Genaro: ¿Tanto te avergüenzas de tu propio padre que ni siquiera me invitaste a tu boda?
Los invitados miran en su dirección y empiezan a cuchichear.
Irma (avergonzada): Señor, no sé quien es usted. Le pido que se retire.
Genaro (triste): Me voy, claro que sí. Pero no se te olvide que a pesar de todo, siempre estaré pensando en ti. El dinero no lo es todo, hija.
Genaro sale de escena.
SEGUNDO ACTO
En el recibidor de su casa, Irma espera nerviosa, caminando de un lado a otro. Está vestida con su salto de cama y se ve trasnochada. Su esposo aparece en escena, ebrio y con la corbata desarreglada.
Irma: ¡Rafael! ¡¿Tienes idea de la hora qué es?! ¡Estaba muy preocupada!
Rafael: Déjame en paz, Irma. Estoy muy cansado, ¿vale?
Irma se acerca a él.
Irma: ¿Hueles a perfume de mujer? ¡¿Rafael, que está pasando?!
Rafael la empuja bruscamente.
Rafael: ¡¿Tengo que repetirte que dejes de meterte en mis asuntos?! ¡Maldita sea, Irma! ¡Te doy todo lo que quieres! ¡¿Por qué tienes que cuestionarme tanto?!
Irma: Soy tu esposa…
Rafael: Y últimamente también una molestia. Deja de meterte en donde no te llaman y limítate a permanecer perfecta. Tenemos una imagen que cuidar.
Rafael desaparece de escena, despreocupado e Irma se echa a llorar.
TERCER ACTO
Irma entra en escena, está de vuelta en la vecindad en donde se crió. Dubitativa, toca una de las puertas que pueden verse en el escenario, pero nadie acude a abrir. Nerviosa, toda de nuevo, en vano.
Una señora vestida de forma humilde aparece en escena con una escoba, barriendo el suelo.
Irma: Doña Imelda…
Doña Imelda: ¿Irma? ¿Eres tú? Y yo que pensaba que jamás te ibas a aparecer por aquí.
Irma: ¿Sabe usted si mi padre está en casa? Vengo a visitarlo.
Doña Imelda: ¿Genaro? ¿Pero no lo sabes?
Irma: ¿Saber qué?
Doña Imelda: El pobre Genaro falleció la semana pasada. Fuimos a velarlo entre los de la vecindad.
Irma: No… no puede ser.
Doña Imelda (mirándola con seriedad): Pensó en ti hasta el último momento. Es una lástima que no supieras apreciarlo en vida, muchacha. Tal vez tengas mucho dinero ahora, pero acabas de perder lo más valioso que poseías en la vida.
Irma ahoga un grito y cae de rodillas al suelo, sollozando silenciosamente.
FIN
Muy bonito nos hace reflexionar que no es importante el dinero si no a lo que más amamos.