Un sms me sacó de mi sueño, eran las »5:48 am». Mi amiga, me hizo despertar doce minutos antes de lo que tenía pensado. Me deseaba un buen viaje y causaba emoción leer; »en pocas horas estarás con tu pequeño». Después de haber abierto ya mis párpados, a pesar de mi cansancio no quise volver a cerrarlos, me esperaba realizar uno de esos sueños.
En plena negrura de la habitación, extendí mis brazos para coger la vestimenta del escritorio, esa que yo misma preparé el día anterior, el 22. No quería entretenerme con elegir trapos, después de todo, eso era lo que menos me importaba.
Cuando terminé de vestirme, me arodillé y desde mi cama, en plena oscuridad fijé mis ojos en ella, en mi pequeña hermana que dormía plácidamente. Acaricié su mejilla y como normalmente hago cada vez que no podré darle los buenos días, postré un beso en su pequeña frente.
Hecho ésto, pretendiendo hacer poco ruido, salí de la habitación oscura y con los pies descalzos, bajé las escaleras de parqué. Me dirigí hacia la cocina y como siempre hago para serenarme, saqué mi taza, preparé mi café. Una vez calentito, aun sintiendo el frío suelo me dirigí al salón, enchufé mi portátil y leí algunos de vuestros comentarios. Lo cerré, miré el reloj y pensé, que sería mejor contestaros a todos después de mi vuelta de Madrid.
Mi estómago estaba intranquilo a medida que se acercaban los minutos, consiguiendo que fuesen justo, las 06:45 am. Una vez así, me dirigí al armario empotrado que hay en la entrada de mi casa, donde guardamos los zapatos. Me puse mis botas más cómodas y más rápidamente, subí nuevamente esas escaleras que antes bajé, para entrar al aseo, lavarme la cara, pasarme el cepillo por el pelo y cepillarme los dientes. Estaba lista. Nada de maquillaje.
Descendiendo nuevamente al piso de abajo, comprobé si tenía todo y eso es lo que creí. Escuché un ruído en la planta de arriba. Mi padrastro, se había despertado para ir a trabajar. Aproveché el momento y ascendí nuevamente a la planta de arriba, entré a la habitación de mi madre.
– ¿Ya te vas, Olivia? -. Me preguntaba frotándose los ojos hormigueados.
– Sí -. Posé mis piernas en su cama y estiré mi torso para darle un beso. Mientras, mi padre, permanecía sentado en una esquina de ella, sin decir nada.
– Ten cuidado y que no se te olvide nada -. Dijo ella, intranquila. Algo realmente normal en una madre.
– Lo tendré -. Salí de su habitación y bajé nuevamente, con la maleta ya en mi brazo. Volví a abrir el guarda ropa, cogí mi chaqueta y me la puse, colocando a la vez entre cuello y brazo, el pequeño bolso más importante. El que ni loca, tenía que perder.
Preparada, abrí la puerta. El sol me daba a entender, que ese día se hubiese estado perfectamente en éste pueblo. A medida que caminaba hacia la parada y cruzaba las calles, no dejaba de ver la hora y un nudo se me comenzaba a formar en la garganta.
Llegué a la parada, aun tenía que esperar un cuarto de hora. Un perro me ladró y el hombre que estaba junto a él, le calmó con una pasada de mano por su pelaje.
En frente de mí, donde estaba la otra parada, se encontraban esas personas que esperaban el bus rumbo a Alcoi. Seguramente, la gran mayoría de ellos y ellas, tendrían clases allí.
Una mujer, que era la madre de una compañera que tuve hace dos años, llegó y se sentó a mi lado. Creo que no me reconoció y por lo tanto, bajé la mirada e hice como si nada.
Pasó el cuarto de hora y con 5 minutos de retraso, el bus paró delante de mí. El conductor, riñó al hombre del perro, »supuestamente» no podía llevarlo con esa bolsa-cama de animales, decía que así se puede escapar.
Supongo que es su trabajo, su obligación tener que decir ese tipo de cosas, pero, ¿tienen también el compromiso de hablar con ese mal tono?. El perro que antes me ladraba, temblaba y dudé muchísimo que brincase y se largase. No pude evitar sentir cierta incomodidad por parte del hombre, casi que no le dejaron hacer su pequeña trayectoria, aunque después del sermón el conductor decidió hacerlo, dándole el típico aviso; »a la próxima no le dejaré subir».
Tanto el hombre, como la mujer subieron y yo de las últimas, pagué para ir a dirección de Alicante. Me senté en los asientos que están siempre en la puerta trasera, tengo la manía de que al bajar, es el mejor lugar para no estamparme contra nadie.
Con la maleta posada entre mis piernas, esperé unos 45 minutos hasta que el bus paró, dejándome sola entre el gentío de desconocidos. Lo más rápido que pude, subí a la planta de arriba de la estación y me dirigí, con mi localizador a la ventanita de »Movelia». Allí me atendió una mujer rubia, muy mona ella. Me pidió el DNI y, me puse a buscarlo. ¡Oh cinijis!, no lo encontraba y mis manos comenzaron a temblar. Pausé y le dije que esperase, que atendiese, que iba a buscarlo. Me senté en una de las sillas de espera y loca abrí mi maleta, todos los bolsillos. No estaba. Llamé a mi madre.
– Mamá, ¿dónde dejaste mi DNI? -. En cuanto se lo pregunté, creo que a mi madre le dio un mini infarto.
– Madre mía, está en tu bolso grande, ¿y ahora qué?, ¿no le sirve que le diga el número? -. Se me paró el corazón. Dios, ¿y si no podía por culpa de ello, sacar mis billetes reservados?
– Voy a preguntarle a la mujer -. Con un nudo en la garganta, colgué y cerré todos los bolsillos que mantuve al descubierto de mi maleta. Miré a mi alrededor y esperé que nadie se haya fijado en ella, solo me faltaba eso, que hubiese un »mangui» por ahí acechándome.
Volví a la ventanita y le comenté mi problema con el DNI. Por esa gran suerte que obtuve, me dijo que no ocurría nada, que con mi nombre bastaba. Solté un alivioso suspiro en cuanto dijo aquello y con la mano en mis pálpitos, dije mi vocalicé mi nombre y confirmé mi día de vuelta. El Domingo 25 que no quería que llegase, a las 12:30 am.
Me dio mis billetes de ida y vuelta. Después de ésto, tuve que esperar unas dos horas y media, leyendo, desesperada, sintiéndome observada por muchísimas personas que esperaban igualmente. Para confirmar mi línea y no liarla, le pregunté a una desconocida con el pelo rapado de un lado, por más suerte que obtuve, ésta se dirigía también a la Estación Sur de Madrid, a la misma hora.
Comenzamos a conversar en ese tiempo que nos quedaba de espera. Su vida era muy interesante. Me contó, que vive en Madrid, pero que suele viajar a Torrevieja para visitar a sus padres. Resulta que, cuando tenía 22 años, conoció a una persona por internet y se propusieron conocerse. Ésta, viajó sola, a Madrid para tan solo verlo y estuvieron un fin de semana juntos. Me sentí realmente identificada porque yo iba a hacer exactamente lo mismo.
La única diferencia es, que creo que esa muchacha en ningún momento lo hizo por amor. Me dio a entender que solo sentía »ilusión» pero, que ello se esfumó a los 3 meses en cuanto se puso a vivir con él. Más tarde, consiguió trabajo y ahora vive sola, en su mundo y Madrid.
No pude evitar sentir un poco de »tristeza» por ella. En su caso, no se sentía segura de lo que hacía, no estaba segura de lo que sentía, de lo que le transmitía y lo peor de todo, discutía con esa persona constantemente.
Creo que era consciente de los nervios que podía sentir a medida que el bus de trayectoria larga hasta Madrid se acercaba, pero, dudaba en un fondo lo que para mí significaba realmente. Cuestionaba, muchísimo, que su ilusión se pudiese comparar con el amor que yo necesitaba demostrar. Creo, que aunque la situación fuese realmente parecida, los sentimientos eran otro mundo.
El bus, llegó a las 11:30 am, como decía el billete. Muy puntual. Las personas que iban a Albacete, guardaban las maletas por un lado y los que iba a Madrid por el otro. Yo, no la guardé. Me sentía más segura teniéndola encima. El conductor revisó mi billete y tachó en la hoja que en su otra mano contenía »Asiento 27».
Subí y lo busqué. Justo en mi asiento había un hombre de piel negra. Le sonreí y señalé que ahí iba yo. Éste se disculpó y me cuestionó si quería que se apartase de el que era, mi asiento. Le dije que no importaba, me senté a su lado, en »su asiento».
No hablamos en todo el camino. Sin querer darme cuenta ya habían pasado unas 2 horas y 35 minutos, me dormía con miedo a que se me fuese el cuello del sitio y por los tumbos del viaje, no dejaba de despertarme desorientada. Hicieron una parada en Albacete, siendo así, la chica de pelo rapado me pidió que la acompañase a por un bocadillo. Y eso hice, aunque no me gustaba la idea.
Mi acompañante de asiento, también se encontraba en la cafetería y tanto con la chica, como él, se pidieron un bocadillo de muy buena pinta, con tortilla y queso. Yo preferí no gastarme el dinero, tenía ya en mi maleta bocadillos con tan buena pinta como esos.
Nos dirigimos al bus y descaradamente me senté en mi respectivo asiento 27. Ahora podría apoyarme en las siguientes horas que me quedaban o simplemente mirar por la ventana. Más entretenida sí estaría.
Dos mujeres cristianas se sentaron el los sillones de atrás. Tenían conversaciones interesantes y aunque sé perfectamente que está mal haber puesto mis »antenas», no pude evitar sentir curiosidad por ello.
Decían cosas como, »Lucifer es el gobernante de nuestro mundo». Tengo que admitir que me acojonaron y según los gestos de mi acompañante, también lo estaba, aunque le daba por reír.
Nos dio por hablar. Éste me contaba que iba a ver a su novia, en »La Coruña». Se iba a pegar más horas de viaje que yo. Y me animaba, me dijo que con ella llevaba ya 4 años, que la distancia es mentira que sea un impedimento.
Por un instante me dio por mirar a los pasajeros. Me pregunté cuántas de todas esas personitas, viajaban por ver a quien aman. Cómo se sentirían, ¿tal vez tan nerviosos como yo?
Bueno, cabe decir que había un grupo de amigas que posiblemente solo buscaban juerga. Y se sabía por las frases que soltaban al vuelo; »que fiestón nos vamos a pegar», »lo que se pierde ésta», »menudo ciego voy a pillarme»… . Y bueno, destaco, que había un hombre que a mi acompañante le daba señales, con las manos, dando a entender que estaba salido y que esas chicas le parecía que tenían buen cuerpo. Mi acompañante, me daba a entender que creía que estaba loco y lo confirmé en cuanto llegamos a la Estación Sur de Madrid. Éste, el que estaba salido, corría detrás de las palomas e intentaba pegarles un »batecul».
Llamé a Ristu. Éste me dijo que estaba llegando y a mí corazón le dio un parón. Después de casi más de 7 horas de espera, me notaba cansadísima, pero me despejé en cuanto pude oír su voz.
No me encontraba y entre risas, yo diciéndole »¡estoy junto a unos refrescos!». Resultó que no me veía porque estaba en la planta de arriba. Mi acompañante me decía; tu novio es tonto. Yo le fulminaba con la mirada y el mata-palomas, realmente me preocupaba cada vez más.
Oh Dios mío, ahí estaba. ¿Estaba caminando hacia mí?, ¿era ese del abrigo negro?. Sí, era él y me estaba sonriendo a medida que se acercaba. De los nervios, no recuerdo si nos abrazamos en cuanto estuvo más cerca, solo sé que el corazón se paró y el tiempo, el mundo, todo lo de mi alrededor estaba nublado.
Caminaba torpemente junto a él. Noté, que él estaba tan nervioso como yo y eso, me gustó. Lo miraba de reojo y a la vez intentaba que no se me notasen los nervios, pero el fallo fue; que él hacía lo mismo.
Me hizo gracia que se sintiese desorientado. Se perdió un poco y a mí me perdió un poco más cuando mientras bajábamos unas escaleras mecánicas, extendió sus brazos y me acercó a él. Creo que me quedé sin oxígeno y me puse más nerviosa aun. Tanto, que casi tropiezo innumerablemente de veces.
– ¡Si egggque eréh un dejastréh! -. Qué razón tenía. Pero, ésta vez lo estaba siendo porque su presencia me alteraba todo.
No sé cuántas vueltas dimos, cuántos abrazos nos dimos, cuántas miradas cruzamos sin poder evitar sonreír. Y ese momento, en el que nos sentamos en un tren y nos cogimos de las manos. Me pareció más mágico todavía.
– Te quiero -. En cuanto dijiste aquello, mi corazón y mi oxígeno se volvió a alterar.
– Yo también -. Como pude, soltando un leve suspiro, creo recordar que eso es lo que dije.
Tus comisuras se ensancharon y me enterneciste. Me hiciste pestañear como unas cinco veces seguidas en menos de un segundo. ¿Enserio estaba tocando tu mano?, ¿nos estábamos mirando realmente?.
Bajamos en Parla. Y gracias a »Google Maps» nos pegamos la gran pateada del día y, ¿noche?. Sí, se nos hizo de noche.
Encontramos finalmente el hotel en el que reservé habitación pero, ¡oh cinijis, no tenía el DNI!. Le dije que podría llamar a mi madre para que se lo enviase por fax, lo que fuese, pero el hombre se negó. Éste me dijo que fuese a la comisaría que estaba a zancadas de allí y que »denuncie». Me desanimé muchísimo y por esos momentos creí que dormiría en la calle.
Salimos del hotel y nos sentamos, él y yo en unas escaleritas.
– ¿Qué se supone que tenemos que denunciar? -. Me preguntaste tan desconcertado como yo.
– No tengo ni idea -. Te contesté.
Justamente, en esos momentos, el recepcionista salió del hotel comunicándonos que había llamado a la comisaría y que tenía la oportunidad de ir allí, para conseguir que certifiquen que »soy yo».
Estaba nerviosa, nunca me había encontrado en una situación así. Y justo en ese momento, me miraste, me rodeaste, posaste tus labios en los míos. La delicadeza, la suavidad, el cariño y ternura que me transmitiste en esos momentos, me calmó y, realmente lo hiciste en un momento que me desconcertó.
Sonreíste torcidamente y yo me animé. Tenía que haber una solución y así fue.
Llegamos a la comisaría y aunque al principio el hombre de detrás de la mesa me habló realmente mal, más tarde, otro policía fue más comprensivo y gracias a la suerte que ese día tenía buscó el remedio. Nos hicieron esperar bastante tiempo pero, ya estaba más animada.
Cuando me llamaron di hasta un bote con una sonrisa y entré en una sala. En ella, estaba el policía y una mujer. Me volvió a preguntar qué me sucedió con el DNI.
– Pues mire -. Le señalé mi bolso pequeño. – ¿Ve éste bolso pequeño?, normalmente llevo uno grande y ahí fue donde mi madre lo metió. Por lo tanto, está en Ibi, a más de 5 horas de aquí -.
– ¿Dónde está Ibi? -. Enserio, ¿me estaba preguntando dónde estaba?. OMG.
– Más lejos que Alicante -. Le contesté un poco atónita.
– Está bien. De momento eres mala -regular y el hotel creo que ya dejará que puedas dormir en tu habitación reservada -. Cuando escuché »mala-regular» abrí los ojos como un búho.
– ¿Creíais que era mala? -. Puse tono de »realmente eso me ha dañado el autoestima».
– Bueno, ahora solo eres mala-regular-. Contestó entre risas.
Puse los ojos en blanco y miré a la chica, ésta también se reía. Así que me reí yo también.
Como tonta, salí de allí sonriendo y miré a Ristu, haciéndole ver que no creía lo que acababa de escuchar. Por supuesto, ¿cómo no?. Además de desastre ya tenía algo más para meterse conmigo y hacerme rabiar.
Después de aquello, ¿qué decir?. Todo fue maravilloso. La habitación era maravillosa, aunque no encontrase el bicho tecnológico ese para meter la »tarjetita» y tener luz. Nunca había reservado una habitación de esas para mí sola. Todo era muy nuevo para mí.
Después, salimos del hotel y caminamos, buscando un banco. Antes de encontrarlo, casi nos encierran en un sitio que no sé muy bien que era. El caso, que casi nos encierran y tuvimos que correr como posesos antes de que cerrasen la otra puerta.
Muchos abrazos, besos, risas. Todo fue genial.
Lo mejor de todo. Fue que estuve toda la noche con él. Aun no podíamos creer que sus padres, ellos, eran los que pedían que durmiese conmigo. Estábamos algo desconcertados y, fue raro vernos el la situación de estar solos en una habitación. Tan solo, nos dedicamos a fundirnos en besos, en demostrarnos que existíamos, en acariciarnos y hacer que la noche fuese nuestra. Fueron nuestras noches. Nuestras mañanas, nuestros días.
Es inexplicable poder decir lo que sentí al despertarme y verlo en cuanto volteé mi espalda. Veréis, hay algo curioso. Cuando dormimos, lo hacemos abrazados pero cuando despertamos, durmiendo, estamos los dos de espaldas. Hasta eso me gustó. Porque al girar, tenía su espalda ante mí y, como la luz del día es la causante de mi despertar me dedicaba a despertarlo, jugando a ser yo esa luz, sus buenos días en susurros.
El resto de ese día del sábado. Fue auténtico como él. Caminamos muchísmo, me enseñó mucho Madrid y en verdad, ésta vez no lo he visto tan feo como de niña lo veía. Tal vez fuese porque me encontraba con él. Era muy posible.
Su voz. Fue increíble escucharlo cantar mientras caminábamos entre esa gente, por la noche. Sus ganas de llamar mi atención, de hacer que él fuese más mundo que Madrid, realmente lo consiguió. Es mejor de lo que creía.
Mientras, la despedida del Domingo, creo que es mejor no contarlo. No será una despedida. Solo os diré, que esa noche del sábado, en el hotel yo me dormí, entre susurros con un »no te duermas».
Protagonista: Olivia
Co-protagonista: Ristu
Personajes secundarios: Policías, la madre de Olivia… .
¡Sé el primero en comentar!