Cuando los animales eran amos y señores de la Tierra, a menudo celebraban fiestas por todas partes: en el mar, en las madrigueras y también en las alturas. Estas últimas eran las más codiciadas, pues solo las criaturas más importantes podían ir.
Una de ellas era el buitre, quien orgulloso acicalaba sus plumas para dirigirse al festejo que habían organizado las demás aves.
Mientras se preparaba para marchar al día siguiente, escuchó al lado de su casa el profundo croar de su vecino, el sapo, con quien por cierto, no simpatizaba mucho. Hay que mencionar también que en ese entonces, este animal no era tan feo como lo conocemos. Su espalda era suave, lisa y de un color muy bonito.
El buitre se asomó por la ventana y lo vio justo allí, haciendo ejercicios de voz. Cuando le preguntó que estaba haciendo, no lo podía creer.
—Estoy preparando mi voz para la fiesta del cielo —respondió el sapo, muy ufano—, me han invitado para que toque una canción.
—Pues yo también estoy invitado y se supone que también voy a cantar —dijo el buitre, muy receloso.
Enfurruñado, se metió en su casa de nuevo y después de afinar su guitarra se fue a dormir, pensando que el sapo estaba mintiendo. ¿Cómo iba una criatura como el sapo acudir al cielo? Si ni siquiera podía volar.
Al día siguiente, muy temprano, el buitre se volvió a encontrar con el sapo, quien le dijo que él se adelantaba al cielo por ser muy lento. Sin darle importancia, el ave preparó sus cosas para partir, sin darse cuenta de que el sapo se metía en su guitarra sin que lo notara.
El buitre tomó su instrumento y se dirigió hasta las nubes, donde fue recibido por los otros animales voladores.
Grande fue su sorpresa al ver aparecer al sapo, que había salido de la guitarra a escondidas para mezclarse con la multitud. Todos bailaron, comieron y bebieron.
El buitre tocó su guitarra y el sapo cantó con una voz hermosa, que hizo gozar a todos menos a él.
A la hora de marcharse, este último volvió a meterse dentro del instrumento para volver a casa. Cuando el buitre lo tomó, molesto aun por la aparición de la criatura, notó que su guitarra pesaba un poco más que antes. Al agachar la cabeza para mirar en el interior, vio que el sapo se encontraba acurrucado en silencio. Y supo que así fue como había llegado a la fiesta.
Muy indignado, el buitre sacudió la guitarra hasta que el sapo salió y fui a estrellarse contra las rocas, quedando su espalda llena con las manchas y protuberancias que tiene actualmente. No solo eso, sino que su bella voz también se quedó arruinada por la envidia del buitre.
Por eso es que hoy, cada vez que escuchamos croar a estos animales lo hacen de manera desigual y poco armónica. Pero no olvides que alguna vez cantaron precioso y que también eran una de las criaturas más bonitas que habitaban sobre la Tierra.
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