Era bastante tarde cuando Gerardo pudo encontrar un hotel decente para descansar. Llevaba horas conduciendo por la carretera y no había tenido tiempo de buscar algún lugar donde hospedarse con anticipación. Por suerte todavía había habitaciones disponibles.
Le pagó a la recepcionista y esta indicó que subieran sus maletas hasta su dormitorio, donde se quedaría unos pocos días.
—Aquí tiene su llave —le dijo, entregándola una lleva pequeña que él tomo.
Gerardo le dio las gracias y se dispuso a ir a dormir, cuando la voz de la mujer lo llamó de nuevo.
—Le comento una cosa —le dijo, de manera misteriosa—, hay una puerta que no está numerada de camino a su habitación. Le pido que no intente abrirla por favor, ni mire por la cerradura. Ha permanecido cerrada mucho tiempo y así debe quedarse.
Al principio, Gerardo no le dio mucha importancia, ansioso como estaba por llegar a la cama. Sin embargo, al subir las escaleras su mirada se topó con aquella puerta secreta que carecía de número como todas las demás. ¿Qué habría allí dentro?
La duda no lo atosigó por demasiado tiempo. Apenas tocó la cama se quedó profundamente dormido.
Al día siguiente, después de darse un baño reparador y salir, no pudo evitar mirar hacia la puerta prohibida de nuevo. Tras asegurarse de que nadie lo estaba mirando, se acercó y trató de abrir la puerta. Estaba cerrada con llave.
Gerardo se agachó entonces y vio a través de la cerradura. En apariencia, aquel cuarto era como el suyo, tenía una cama matrimonial, muebles modernos y paredes azules. Excepto por lo que había en un rincón. Una mujer muy pálida se hallada de cuclillas allí, con la cara oculta entre las rodillas.
Por un instante, Gerardo estuvo a punto de tocar, pero se contuvo. Repentinamente, la mujer levantó la cabeza y él se alejó de la puerta, asustado.
Paralizado en su sitio, espero a que la puerta se abriera pero nada de esto ocurrió.
Entonces se atrevió a mirar una vez más por la cerradura. Esta vez, todo lo que vio fue rojo y muy consternado, el huésped retrocedió torpemente para bajar corriendo a recepción, tratando de explicarse lo que había visto.
No tuvo más remedio que acudir a la recepcionista para aclarar sus dudas.
—Así que después de todo, no pudo resistir mirar —le dijo ella suspirando—, no lo culpo. Bueno, tiene que saber que esa habitación la clausuramos porque hasta la fecha, todas las personas que han dormido allí no han logrado sentirse a gusto. Siempre nos podían que las cambiáramos de habitación o se marchaban del hotel, aun cuando habían pagado por adelantado. Hace algunos años, un hombre de negocios y su esposa se hospedaron allí. Por razones desconocidas, él asesinó a su esposa allí mismo. Era una mujer hermosa pero muy peculiar, su piel era muy pálida y sus ojos, de color rojo.
Gerardo palideció.
Este macabro cuento corto ha sido basado en una de las creepypastas más famosas de la web.
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