Era plena temporada navideña y los Smith, tras tener una discusión con sus familiares, decidieron aceptar la invitación de un matrimonio amigo para ir a pasar las navidades en su casa de campo, una propiedad enorme y muy antigua que se encontraba en un páramo muy extenso. Robert y Charlie, los únicos hijos varones de la familia, se pasaron todo el camino martirizando a sus padres desde el asiento trasero.
—¡Ese coche de juguete era mío!
—¡No es cierto, yo lo vi primero!
—¡Me las vas a pagar!
—¡Mamá, Robert me está pegando!
—¡No es verdad, no es verdad! ¡Fue Charlie el que empezó!
—¡Basta los dos!su madre los fulminó con la mirada desde el asiento delantero— ¡Si no se calman ahora mismo, nadie recibirá sus juguetes de Navidad!
Enfurruñados por la amenaza, los niños permanecieron por fin en silencio, aunque no dejaron de lanzarse miradas de desagrado durante el resto del viaje. Una vez que llegaron hasta la vieja casa de los Callahan, el matrimonio que los iba a hospedar, todos bajaron del vehículo para conocer la propiedad.
Mientras sus padres conversaban con sus amigos, Robert y Charlie optaron por ir a explorar la casa. Sin permiso, entraban a los baños y abrían las puertas de las recámaras. En una de ellas, vieron con sorpresa que una anciana estaba sentada en la cama, sonriéndoles. Rápidamente bajaron a buscar a sus papás.
—¡Mamá, mamá! ¡Hay una vieja en una habitación!
—¿Ya estuvieron metiendo las narices donde no les llaman? —su madre volvió a mirarlos enojada— ¡¿Qué les dije de comportarse bien cuando salimos de casa?!
Pero como los niños insistían, los Callahan tuvieron que intervenir para tranquilizar a sus amigos.
—Dejen a los niños, seguramente están jugando. Aquí no vive nadie más que nosotros —aseguraron, sonriendo de una manera que no daba buena espina—. La casa pertenecía a nuestra tía, que lamentablemente murió. Ya estaba muy anciana.
Esa noche, todos cortaron el pavo navideño y cenaron en el Gran Comedor. Luego de cantar algunos villancicos, los niños se fueron a dormir a la habitación que les habían preparado, pues mañana había que levantarse temprano para abrir los regalos. Poco después de la medianoche, Robert despertó alertado por un ruido.
Miró hacia la puerta y casi se desmaya cuando vio que la misma anciana de horas atrás, estaba allí, mirándolo fijamente. La mujer esbozó una tétrica sonrisa y rió por lo bajo, despertando a su hermano.
De inmediato, los niños gritaron llamando a sus padres y cuando estos acudieron, la anciana desapareció.
Fueron unas navidades realmente terroríficas para los chicos Smith, tanto así, que tuvieron que marcharse antes, pues ni los regalos les quitaron el susto. Algo estaba mal con la residencia de los Callahan.
No fue sino hasta años después que la familia recibió una noticia que los dejó en shock: los Callahan habían sido encontrados, muertos en su casa campestre. Pero eso no fue lo más escalofriante.
Las autoridades habían descubierto los restos de una anciana en el desván. La habían encerrado y dejado morir de hambre.
VALLANSE A LA MRD XQ JODEN TANTO CARAJO