Nadie olvidará esa noche de un sábado, en la cual todos los habitantes de un pequeño poblado en España entraron en pánico después de escuchar las noticias. Por la radio y la televisión, habían anunciado que uno de los trastornados más furiosos se había escapado del manicomio.
Esta institución, que se encontraba relativamente en un área rural, era famosa en todo el estado por albergar a algunos de los psicópatas y enfermos mentales más peligrosos del país.
Asesinos, paranoicos, megalómanos y otros peligrosos individuos, eran encerrados en dicho lugar para mantenerlos bajo control.
Pero uno de ellos había logrado eludir a los enfermeros y ahora andaba suelto por ahí. Las autoridades habían advertido de su peligrosidad, recomendando a las personas no salir de su casa y dando su descripción por si alguien llegaba a verlo.
Ignorantes de todo esto, Lucía y Esteban se encontraban en el auto de este último, en medio de la nada. Habían aprovechado el fin de semana para hacer una escapada romántica al campo, con tan mala suerte que el coche se les descompuso y se quedaron varados a kilómetros del pueblo.
Desesperados por volver, resolvieron que Esteban saliera a pie en busca de gasolina mientras su novia le esperaba en el carro.
—No te muevas de aquí, ni quites el seguro a la puerta. Solo tardaré unos minutos, la estación no está muy lejos —le advirtió él.
Y se fue caminando.
Lucía intentó tranquilizarse y se acurrucó en el asiento, pero el tiempo pasaba y no había ni rastro de Esteban. Lo que era más inquietante, tampoco había visto pasar a ningún otro carro y eso que estaban al lado de la carretera. Tenía un mal presentimiento.
Asustada por la oscuridad de la noche, cerró los ojos e intentó dormir, cuando escuchó un golpe en el parabrisas.
Lucía abrió los ojos y vio que el vidrio se encontraba salpicado de sangre. Algo volvió a golpear el coche en el techo y la joven gritó. Aterrorizada, le quitó el seguro a la puerta y salió corriendo. Jamás olvidaría lo que vio esa noche, cuando a metros de distancia, volteó atrás y vio a un hombre con cara de loco que estaba dando saltos encima del vehículo.
Traía entre las manos algo que la horrorizó: era la cabeza cercenada de Esteban, con las cuencas de los ojos vacías y llenas de sangre.
Lucía corrió tan rápido como le permitieron sus piernas, pidiendo ayuda a gritos. Por suerte el loco la ignoró y ella pudo escapar, pero cuando la policía llegó hasta el lugar del crimen, lo único que encontraron fue la cabeza decapitada y sangrante del muchacho.
El resto de su cuerpo se hallaba desperdigado por partes a lo largo del camino. Había tenido la mala suerte de encontrarse en el camino de aquel psicópata, quien sin pensarlo lo había asesinado de manera salvaje.
¿Cómo había logrado desmembrarlo, si no llevaba ningún tipo de agua cpn él? Eso es algo que los agentes nunca lograron explicarse.
Nunca lo capturaron.
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