Hace mucho tiempo, se encontraba Zeus sentado en su trono dentro del Olimpo, cuando decidió mirar a los animales. Todos ellos tenían lo suyo pero como vivían en constante desacuerdo, el dios decidió que nombraría a un soberano entre ellos para que reinara con justicia.
—¿Pero quién podrá ser esa criatura tan sabia? —se preguntó él.
En ese instante se fijó en la zorra, quien con su astucia y su agilidad, siempre conseguía salirse con la suya en cualquier enredo. A Zeus le impresionaron el alcance de su inteligencia, su bella estampa y la elegancia con la cual caminaba.
—Si hay alguien que merezca reinar entre los animales, es la zorra —concluyó Zeus y acto seguido bajó a la tierra para ofrecerle aquel privilegio.
Acercándose a su madriguera, la hizo salir para que hablaran.
—He decidido que tú serás la reina de las animales —le informó él—, con tu cerebro y tu destreza al manejarte, no deberá ser difícil para ti impartir justicia entre ellos. Recuerda que no importa cuan pequeños puedan ser o lo mucho que te sobrepasen en tamaño, a todos debes tratarlos con respeto.
—Así lo haré, gran Zeus —respondió ella, sorprendida por el honor que le concedía—, gracias por esta oportunidad.
Y dicho y hecho, la zorra fue proclamada como reina de los animales y muy orgullosa, empezó a andar con la cabeza bien en alto.
No obstante, Zeus quiso comprobar si al cambiar su suerte habría cambiado también de intereses. Después de todo, una reina no se podía rebajar a cazar animales minúsculos o exponerse como una tonta delante de los otros.
Para ponerla a prueba, el dios colocó a un escarabajo en su camino, pensando que pasaría de largo al encontrarse con él.
La zorra se encontraba dando su paseo matutino cuando se percató de que había una piedra en el camino. Al acercarse, se dio cuenta de la que roca no era tal sino un brillante escarabajo que permanecía quieto a mitad del sendero.
—¡Un escarabajo! Hace cuanto que no me divierto con uno —se dijo—, ¿será esto una cosa que le esté permitida a una reina?
El diminuto animal por fin comenzó a alejarse y no aguantó la zorra las ganas de echársele encima.
—¡Pues no me importa si está permitido o no! No soporto verle y no ir tras él.
Y dicho esto, la zorra comenzó a corretear al insecto como si aun fuera una cachorrita y al ver esto Zeus se sintió muy decepcionado. Bajó una vez más a la tierra y la dijo que no sería más la reina de los animales.
—Ser reina es un cargo para el que se requiere solemnidad y mucha paciencia. Pero debí saber que no podría hacer nada para cambiar tu naturaleza, pues así es como eres y serás siempre. Lo siento, ya no puedes seguir con tu reinado.
—Da igual —dijo la zorra—, si para ser reina debo fingir ser algo que no soy, entonces con gusto cedo la corona, pues debo ser fiel a mi misma.
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