Cuenta una leyenda que cada vez que el año está a punto de terminarse, los ángeles del cielo se reúnen al borde de las nubes, para mirar hacia el mundo de los humanos. Siempre acostumbraban hacer esto, porque los hombres, las mujeres y los niños tenían un montón de peticiones para comenzar el año que llegaba, y ellos se las llevaban a Dios confiando en que pudiera concederles lo que pedían.
Durante uno de aquellos meses de diciembre, dos angelitos se pusieron a observar la Tierra bostezando.
—¿Hay algo nuevo para este año? —preguntó uno de ellos, jugando con sus alas.
—Nada, la gente pide lo mismo de siempre. Amor, salud, prosperidad, paz, felicidad…
—Bueno, pero todo eso es muy necesario —concedió el primer angelito.
—Lo que ocurre es que todos los años las personas piden lo mismo, y no parecen entender.
—¿Qué es lo que tienen que entender?
—Tampoco tú lo comprendes, ¿cierto? ¡No pueden pedir todas esas bendiciones y esperar a que simplemente les lluevan del cielo?
—¿Ah no? —el primer ángel, que también era el más joven del paraíso, miró con mucha intriga a su compañero— Pero creí que por eso siempre le llevábamos sus peticiones a Dios.
—A Dios le interesa lo que los humanos piensan, pero eso no significa que les va a conceder todo lo que pidan. Ni siquiera él puede intervenir con el libre albedrío que le ha regalado a la humanidad. La solución es muy simple: para lograr toda esa felicidad que desean, primero deben cambiar ellos mismos y trabajar por cambiar el mundo en el que viven.
De pronto el ángel más pequeño pareció entenderlo.
—¡Por eso es que todos los años esperan lo mismo, pero las cosas siguen igual! ¡Qué mal! —se lamentó— ¿Pero tú crees que ellos sepan cuál es la respuesta?
—En el fondo lo saben, solo que al parecer no pueden recordarlo.
—¿Entonces qué podemos hacer para ayudarlos?
—Tengo una idea: hay que bajar y susurrar en sus oídos un mensaje de amor. Y así, tal vez estén dispuestos a iniciar el año amándose los unos a los otros, ayudando a quienes lo necesitan, dejando de sentir odio y envidia hacia los otros, y esforzándose siempre por hacer lo correcto.
Los ángeles bajaron al cielo llevando su mensaje de amor a cada humano en la Tierra. Algunos lo recibieron con gran alegría. Otros hicieron como si no hubieran escuchado nada o simplemente se negaron a cambiar. Pero habían conseguido llegar a suficientes personas como para que aquel Año Nuevo, algo cambiara en ciertas partes del mundo.
Hoy los ángeles siguen haciendo lo mismo y las personas siguen pidiendo con la misma fe que antes. Y cada doce meses, los mensajeros de Dios regresan a la Tierra para recordarles que pueden tener todo lo que desean, salud, amor, riquezas y paz… solo tienen que trabajar honestamente, respetarse entre ellos y seguir expandiendo su mensaje de paz por el planeta entero.
¿Tú también irás a olvidarte de esta lección en Año Nuevo?
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