Un escalofriante cuento corto que te pondrá los pelos de punta.
El señor Winscott era un hombre solitario pero amable, que a todos nos agradaba porque nos daba buenos dulces en Halloween y nunca nos reclamaba su subíamos en invierno a la colina de su propiedad. Fue por eso que, cuando comenzaron a rumorear por ahí que el Hombre Alto se lo había llevado, nosotros nos preocupamos.
Tú no sabes del Hombre Alto y puedo decir que tienes suerte. Te explicaré: el Hombre Alto es un ser descomunal, que gusta de coleccionar sueños robados, personas tristes y otros objetos interesantes.
El domingo en que no lo vimos aparecer en la iglesia, supusimos que los rumores eran ciertos y nos dirigimos en bici hasta su casa. Había oscurecido y las luces del pórtico estaban encendidas. Y allí, en la ventana alta sobre la puerta, el rostro de un hombre nos miraba fijamente y sonreía.
—¡Mierda! —exclamó uno de mis amigos, asustado— ¡Corran! ¡Vayámonos de aquí!
Esa no fue la primera vez que vimos al Hombre Alto. De hecho, a partir de entonces acudíamos varias veces para comprobar que seguía allí. Y así era. Su sonrisa permanecía imperturbable, pero era obvio por su ceño fruncido, que no le agradaba nuestra presencia.
Por un instante pensamos en llamar a la policía, pero no hicimos nada. Los mayores nunca nos creían cuando hablábamos del Hombre Alto. Y además había otras cosas que nos inquietaban.
—No entiendo porque solo sale de noche —dijo mi amigo Tyler.
—Tal vez también nos observa de día —repuso Rory—, pero solo podemos verlo de noche porque las luces del pórtico permanecen encendidas.
Esto hizo que sintiéramos un escalofrío.
Algunas noches después decidimos volver a la casa del señor Winscott, en esta ocasión acompañados de Matt, el hermano mayor adolescente de Tyler, quien se mostraba escéptico ante nuestra historia.
Acudimos en grupo con nuestras bicicletas y Matt caminó por la acera hasta el pórtico para mirar hacia la ventana. Nosotros nunca nos habíamos atrevido a acercarnos tanto. Lo observamos expectantes y nos sobresaltamos cuando soltó una exclamación.
—Maldita sea —murmuró, antes de volver corriendo hacia nosotros.
—¿Qué sucede? —le preguntó su hermano.
—Ese no es el Hombre Alto —dijo Matt, pálido—. Tenemos que llamar a la policía, ya mismo.
Matt resultó tener razón. Lo supimos cuando vimos como los oficiales descolgaban el cuerpo sin vida del señor Winscott, que yacía colgado de una de las vigas del techo, emanando un penetrante aroma a descomposición. Su suicidio tomó por sorpresa al pueblo entero, pues nadie sospechaba que ese hombre amable tuviera problemas..
Con eso, el misterio del Hombre Alto quedó resuelto, así que mis amigos se olvidaron del asunto. Yo no.
Verás, hay un detalle que no le mencioné a nadie, sobre la primera vez que lo vi. Esa noche, yo volvía solo a casa. Pude ver al señor Winscott por la ventana de su cocina, cenando solo. Y en la ventana de una habitación, había un hombre, inusualmente alto y pálido que me sonreía de manera macabra.
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