Un cliente habitual de una cantina, llegó un buen día pidiendo a sus íntimos amigos, dinero para llevar a su hijo al doctor, el cual se encontraba enfermo en casa. Sin embargo, ellos no hicieron caso a la desgracia de su amigo, sino que prefirieron seguirse divirtiendo sin tomarle nada de atención.
Uno de los amigos replicó: Oye, no tenemos ni un peso, pero te daré lo único que me queda en secreto. También te cuento que por allí cuentan que quien intenta montar al caballo negro que corre por lo largo de la loma y consigue domarlo, éste lo llevará a la cueva de quien era su amo, donde verás una inmensa cantidad de oro, uno sobre otro y verás que te dejarán tomar la cantidad que quieras para tu hijo.
Como era de esperarse, lo que decía aquel amigo, no eran más que mentiras y más mentiras, solo quería burlarse de este hombre. No obstante, el amigo quien se encontraba desesperado por la situación de su hijo quería hacerlo, por lo que abordó la loma para esperar al caballo sobre la rama de un árbol.
Cuando apareció el caballo, el hombre se dejó caer sobre él y con tanto movimiento y relinchidos, la cabeza del hombre quedo atrapada y colgada en esa rama donde aguardaba y su sangre cubrió por completo los ojos del caballo. Desde ese instante, el animal de forma inmediata emprendió la carrera llevando al hombre consigo, pero con tanta velocidad que segundos después, los dos se fueron por el despeñadero.
Tanto el hombre, como la bestia quedaron unidos por un fuerte lazo de sangre y muerte, y en el que no se sabía cuál estaba primero si el hombre o el caballo, por su unión tan estrecha. La sangre se veía correr sin cesar, generando grietas desde la tierra con abundante sequía, la cual la succionaba como nada.
La tierra comenzó a arder con la sangre y ambos fueron tragados por esta tierra sedienta. Los pobladores no contaron nada de lo sucedido, pero al día siguiente todos los habitantes encontraron en cada puerta, la quemadura de una herradura.
El día 7 después de haber sucedido todo, entre las rocas de la cañada un fuerte eco encrespó los nervios de todos los que allí estaban, pues se escuchaban cascos de caballo que caminaban con un trote lento, dejando tiempo para que todos escucharan cada paso.
Así mismo, se pudo dejar ver a lo lejos, una intensa bola de fuego que bajaba por la loma y en ese momento todos entraron a sus casas. En las grietas de las paredes se lograba ver un caballo negro con patas de fuego y que obedecía a un jinete sin cabeza buscando a aquellos amigos impertinentes bromistas que había alimentado la creencia de aquel hombre, dejándolos calcinados por completo.
Desde aquel entonces se dijo que quien no tenga la intención de ayudar a un hombre en desgracia, el jinete sin cabeza estará allí para enseñarle que con eso no se juega.
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