Érase una vez, un rey, el cual era viuda y tenía una hija que la conocía porque era muy hermosa. Después de unos años de que el rey perdiera a su esposa, conoció a otra mujer, con la cual decidió casarse, mujer que tenía a su vez una hija con gran belleza física, igualmente.
Después del matrimonio, esta mujer se volvió muy maléfica con la hija del rey, pues la envidia le carcomía la vida al ver que la hija de su esposo, era mucho más bella que la suya, uno de sus castigos diarios por ello, era mandarla a lavar todos los días en el río.
La hija del rey se resignaba y le hacía caso, ya que sabía que su padre adoraba a esta mujer y no quería agregar a esta vida de pareja, un disgusto. Un buen día, mientras la hija del rey lavaba, a una mujer que se encontraba a su lado, se le perdió un anillo.
-Oh no, se me ha caído mi anillo, ¡no puedo creer esto! Ayúdame joven a recuperarlo, es que tengo muy mala vista y sé que por mí misma no lo encontraré.
-No se preocupe señora, dijo la hija del rey, por lo que se sumergió en esta agua sucia y también muy fría. El anillo no aparecía y fue tanto lo que nado en lo profundo que terminó golpeándose en la frente.
Por fortuna, este golpe valió la pena, pues con este dio donde estaba el anillo, recuperándoselo a esta mujer. Sin embargo, sucedió algo bien raro y fue que en el sitio donde la hija del rey se había golpeado, empezó a notársele una cicatriz en forma de estrella.
Cuando ella llegó a casa, la madrastra le pregunto – ¿Qué es lo que llevas en la frente?
La hija del rey le explicó lo sucedido y afirmó no saber cómo había ocurrido la aparición de esta estrella.
Ok, entonces mañana tu no irás a lavar, sino que irá mi hija. ¿Entendiste? Le dijo a su hija.
¿Yo? Jamás iré a lavar, que vaya ella como siempre.
¿Vas a dejar que tu hermana tenga algo que tu no tienes? Vas a ir quieras o no.
Al otro día, la hija de la esposa del rey fue al rio pero como no había manera de que se decidiera a entrar al agua dado que era agua sucia y muy fría, la mamá llegó para hacerla meter la cabeza a la fuerza.
Al sacar la cabeza, la madre gritó atónita y la hija se asustó por ese grito de susto de su madre y era porque en lugar de una estrella, en su frente había salido una marca de rabo de burro. Entonces le dijo: -Nos vamos rápido al médico, tienes que borrar eso de tu frente.
La hija lloraba, al entrar a la consulta el médico le informó que lo mejor era cubrirlo con un velo y así lo hicieron.
Con el velo hicieron creer al pueblo que el príncipe le había propuesto matrimonio, cuando lo real era que quien poseyera la estrella era la elegida. Un día precipitado, los caballos quisieron defender a la hija del rey y a la otra joven le quitaron con traspiés el velo, donde se vio la cola de burro y quedó en evidencia quién se iba a casar.
Se tomaron de la mano y fueron muy felices.
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