En un tiempo muy antiguo, un rey y una reina vivían bajo el flamante reino, pero con un toque de infelicidad. Cada día ambos pensaban: “Si por lo menos tuviéramos un hijo, todo sería mucho mejor” intentaban todo y nada que el hijo se hacía presente.
Un día, una rana saltó del agua a la tierra y le dijo a su reina: Hoy tu deseo será realizado y antes que finalice el año tendrás una hija.
La rana le hizo realidad el sueño de los reyes y la niña fue motivo de gran dicha en el reino, por lo que se dio una gran fiesta de bienvenida. El rey invitó desde sus familiares hasta amigos y conocidos, incluso al grupo de hadas, de forma que fueran generosas con su pequeña.
Cuando la fiesta se terminó, las hadas iban obsequiando muchos regalos a la niña, una le dio virtud, la otra hada, mucha belleza, la próxima hada abundantes riquezas y así hasta que fue el turno de la hada décimo primera, la cual no había sido invitada y como venganza le gritó a la pequeña: “Hija del rey, apenas cumplas quince años, te pincharás con la punta de una aguja e inmediatamente morirá”, el hada salió del salón.
Todos, atónitos quisieron resolver el maleficio, pasó entonces el hada duodécima y frente a la niña le dijo: “Ella no morirá, pero si entrará en un estado de sueño profundo durante cien años y será despertada por un hermoso príncipe, el amor de su vida.
Todo se empezaba a deslindar como lo habían dicho las hadas, era bella con abundantes riquezas y muchos beneficios. No obstante, el día de sus quince años la bella doncella necesitaba arreglar una parte de su vestido, intentó abrir muchas puertas, pero todas estaban cerradas, hasta que por fin llegó a la última, una puerta entreabierta donde se encontraba una vieja hilando en su máquina.
Al llegar a ella, le dijo: Buen día señora, necesito saber cómo arreglar este vestido con esa máquina, al intentar abordarla tocó la punta de la aguja y el decreto de la maléfica hada se cumplió, cayó sobre su cama y entró en un sueño profundo.
Al saber, el rey y la reina en conjunto con sus caballos y los perros del césped quedaron inmediatamente dormidos al igual que su hija, el viento se detuvo y los árboles permanecían intactos.
Después de cumplirse los cien años, comenzaron a crecer árboles frondosos, el muro del reino ya se había hecho muy alto con el pasar de los años y habían estado cubierto de espinas para evitar que otros se apoderaran.
Ya en el nuevo tiempo, un nuevo príncipe se acercó al lugar y escuchó la historia de la princesa en la boca de un anciano, donde florecía el mito de los espinos y que detrás de ellos se encontraba una hermosa princesa que había sido encantada por una maléfica hada.
El príncipe se interesó demasiado y al lograr entrar al palacio, la vio acostada en esa misma cama brillante, apareciendo la belleza que tanto le sorprendía, fue entonces cuando se atrevió y le dio un beso que rosaba sus labios. Sus ojos se abrieron y despertó con una flagrante sonrisa, reconociendo que se trataba del amor de su vida.
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