Otro nuevo día comenzaba en el colegio de Jorge y Sara, quienes como el resto de sus compañeros, se disponían a sacar sus libros de matemáticas para comenzar la clase. Aquella mañana sin embargo, la maestra Teresa les tenía preparada una sorpresa a todos sus alumnos.
—Buenos días, niños —les saludó como de costumbre, entrando al salón con una niña de la mano.
—Buenos días, profesora —respondieron ellos, mirando a la pequeña con curiosidad.
Iba vestida con el uniforme del colegio, igual que ellos, pero había algo que llamaba poderosamente la atención en su rostro. Se trataba de una cicatriz que iba desde su ceja hasta cerca de la comisura de su labio y que por más que ella se empeñara en ocultar, resultaba demasiado evidente.
—Esta es Inés, será su nueva compañera de clase —prosiguió la maestra—, confío en que la hagan sentir bienvenida.
Inés miraba cabizbaja al suelo, como avergonzada. Clavo su mirada en sus zapatitos recién lustrados y obedeció a toda prisa, cuando la profesora le indicó que ocupara el lugar detrás de Sara.
La niña se sintió incómoda al ver a la recién llegada sentarse tan cerca. Le envío una mirada dubitativa a Jorge, su mejor amigo y luego abrió su cuaderno. La clase de matemáticas había comenzado. Todos se pusieron a resolver problemas aritméticos hasta que sonó la campana del receso y pudieron salir.
Inés se quedó en un rincón apartado, pensativa.
—Qué rara es —dijo Jorge, mientras él y su amiga la observaban a distancia—, mírala, no habla con nadie.
—¿Y has visto la marca que tiene en su cara? —inquirió Sara— Me da miedo.
—¿Con qué crees que se la haya hecho? ¿Crees que haya nacido así?
—¡Qué feo nacer con algo tan horrible en el rostro!
La maestra Teresa, que acababa de salir del salón, escuchó intrigada la conversación de los niños y se acercó a ellos.
—Me paece que hacen mal en juzgar a su compañera por algo tan superficial —dijo comprensivamente, asustando a los chicos al aparecer de improviso—. Niños, el valor de una persona se encuentra en el fondo de su persona y no en la manera en la que luce. Para su compañera es muy difícil ser la nueva en clase.
—¡Pero es que nos asusta un poco! —exclamó Sara.
—Les contaré un secreto: Inés tuvo un accidente cuando era niña, mientras viajaba en coche con sus padres. Desde entonces se ha sentido muy triste por su cicatriz y ha necesitado amigos de verdad, ¿no creen que vale la pena darle una oportunidad para hacerla sentir mejor?
Los chicos se miraron entre ellos, sorprendidos.
—¡No sabíamos eso!
—¡Pobre Inés!
—Recuerden esto, niños: todos podríamos llegar a pasar por algo similar a ella y no nos gustaría ser juzgados por algo que no fue nuestra culpa. Todos merecen ser amados a pesar de sus diferencias, ¿comprenden?
Sara y Jorge asintieron con la cabeza y entonces se dirigieron a Inés para invitarla a jugar.
Ese día, habían aprendido una importante lección.
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