Había una vez en una granja un Gallo muy glotón, quien siempre estaba pendiente que árbol estaba dando frutos para atacar y devorarlo por completo junto a su señora la Gallina quien era más glotona que él.
– Gallinita, Gallinita, apresúrate el árbol de nueces está cargado, hay que llegar antes de que la ardilla se las coja todas para él solito – Dijo el gallo muy agitado.
– ¡En marcha! vamos rápido, no perdamos más tiempo Gallito – Rápidamente ambos partieron a la colina para buscar las nueces.
Al llegar el árbol estaba bastante cargado, comenzaron a bajar todas las nueces y devorarlas una por una hasta quedar satisfechos.
Tras un par de horas ya era tiempo de regresar pero la pereza los domino así que no ninguno quería regresar a pie, el gallo tuvo una idea y comenzó a fabricar un cochecito con las cascaras de las nueces.
– ¡Eureka! Esta listo – Dijo el gallo orgulloso, la gallina no perdió tiempo y se montó en el coche.
– Vamos, ya estoy lista puedes tirar del coche – El gallo le dio una mirada fulminante.
– ¡No! Me niego, absolutamente no, estoy muy cansado, además yo quiero ser el cochero – Algo interrumpió su conversación, desde el cielo bajaba volando un pato.
– ¡Fuera de mi propiedad! Ladrones, Largo de aquí, ahora verán – Dijo el pato furioso, quien se abalanzo sobre el gallo comenzando una pelea brutal, pero el gallo domino hasta el punto de hacerle pedir clemencia al pobre pato.
– Como castigo te tocara tirar del coche – Dijo el gallo contento ya que podía ser el cochero – ¡Vamos pato continua! corre más duro – el pato corría lo más rápido que pudo, llevar a la gallina y al gallo era algo duro.
Mientras bajaban se toparon con un alfiler y una aguja de cocer, quienes le advirtieron que se aproximaba la noche y era un camino difícil, además de estar sucio, ellos conocían una posada a la cual podrían quedarse, pero debían llevarlos.
El gallo accedió, dejo que se montaran en el coche ya que no ocupaban mucho espacio, al llegar a la posada el encargado se negó a atenderlos alegando que estaban full, pero el gallo muy astuto ofreció el huevo que la gallina puso en el camino y al pato que todos los días ponía uno.
El hombre pensó que se trataba de personas distinguidas así que dejo que se hospedaran.
A la mañana siguiente el gallo despertó muy temprano al igual que la gallina, tomaron el huevo y lo comieron entre los dos, arrojando las cascaras al fogón, tomaron al alfiler y lo clavaron en una de las toallas del baño y a la aguja de cocer en el cojín del sillón del posadero, luego ambos salieron por la ventana volando.
El pato quien había dormido afuera observo como se escapaban aquellos dos así que hizo lo mismo dirigiéndose al rio huyendo rápidamente.
El posadero despertó, como todas las mañanas fue a lavar su cara y cuando iba a secarse con su toalla se pinchó, luego se dirigió a la cocina preparar el desayuno, cuando encendió el fogón las cascaras de huevo saltaron a su cara, se encontraba furioso, pero lo peor fue cuando se fue a sentar en su sillón, el dolor que sintió fue horroroso.
Juro más nunca ofrecer servicio a la chusma, quienes siempre exigían mucho, nunca pagaban y agradecían haciendo malas bromas.
¡Sé el primero en comentar!