Esta leyenda corta nos habla del origen de una de las flores más famosas del mundo, originaria de México: la Nochebuena. Debido al hermoso color carmesí de sus pétalos, cada año al llegar la Navidad, millones de familias la ponen afuera de sus casas para conmemorar tan hermosa época.
Cuentan que hace mucho tiempo, en un pueblito de México, las personas acudían a la Iglesia para adorar al niño Jesús, conmemorando su nacimiento. Cada veinticuatro de diciembre acudían a misa y a continuación, dejaban una ofrenda en el pesebre de la parroquia para él. Los regalos iban desde dulces a mantas tejidas.
Todos en el pueblo querían demostrar el inmenso amor que sentía por el bebé Jesús.
Pablito, un niño muy humilde, veía esto cada año y conforme pasaba el tiempo se entristecía, porque siempre que era la víspera de Navidad él no tenía nada que dejar en la Iglesia. Su familia era muy pobre y lo poco que tenían, debía ser para sus hermanitos.
Aquel veinticuatro, Pablito llegó a la capilla y se puso a llorar, deseando tener algo que ofrecerle al niño Dios. Todas las personas podían demostrarle su cariño con diversos obsequios, menos él.
Sus lágrimas cayeron como un torrente en el suelo de la Iglesia y se transformaron en una hermosa flor de pétalos rojos como rubíes.
Era la Nochebuena.
Pablito se quedó admirado al contemplar aquel milagro y comprendiendo que era un regalo de Dios, fue de inmediato a ponerlo en el pesebre. Desde allí, le pareció que la figurita del niño Jesús le sonreía y sintió una inmensa paz.
Aunque hacía un inmenso frío, la flor permaneció en su lugar sin marchitarse, más hermosa conforme la temporada pasaba. Pronto, la gente del pueblo la vio y se quedó admirada por su belleza.
—¡Qué sorpresa tan maravillosa! —decían— Es una flor divina.
—Jamás se había visto algo tan magnífico en nuestro poblado tan modesto.
—¿Pero de dónde la habrán sacado? ¿Qué clase de flor es exactamente?
—Es tan extraña como bella, es la más linda de todas.
No tenían flores así en ningún sitio y aquella lucía preciosa en el nacimiento.
Con el tiempo, cientos de Nochebuenas comenzaron a crecer por el poblado, blancas como la nieve y rojas como aquella que Pablito había creado, con su amor incondicional. A las personas del pueblo les gustaron tanto, que tomaron por costumbre adornar la Iglesia, sus casas y el mismo pesebre del niño Jesús con ellas, todas las navidades.
Y cada vez que llegaba el veinticuatro de Diciembre, Pablito era el primero en dejar un enorme conjunto de flores blancas y rojizas a los pies de Dios hecho hombre.
Es por eso que hasta hoy, las Nochebuenas son muy apreciadas en todo el mundo y orgullosamente mexicanas. Su belleza se marchita al llegar la primavera, pero cada vez que el año llega a su final y el frío se hace más intenso, haciendo que las otras flores mueran, esta abre sus pétalos recordando el milagro de la Navidad.
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