Era la mañana de Navidad en casa de Federico y tanto él como sus hermanitos, habían bajado para ver lo que les había dejado el Ángel de la Navidad en sus medias. Todos los años, este angelito llegado del cielo les regalaba juguetes, dulces, todo lo que durante el año entero habían estado esperando. Sin embargo, Federico se quedó desconcertado al revisar su media y darse cuenta de que estaba vacía.
Las medias de sus hermanos habían sido llenadas hasta el bordo con todo tipo de golosinas y cosas para jugar. Fue por eso que cuando los niños se dieron cuenta de que él no tenía nada, se quedaron en silencio al lado de sus padres.
Entonces su mamá fue hasta él y dijo:
–¿Ya lo ves, Federico? Te dije que el Ángel de la Navidad no se le escapaba nada, él siempre viene cada año para darnos lo que nos merecemos. Pero solo si nos hemos portado bien.
Y es que Federico era un auténtico diablillo, siempre haciendo travesuras y molestando a sus hermanos pequeños.
El niño soltó su media y arrugó la cara.
–¡Me da igual! ¡De todas maneras ni siquiera quería esos tontos juguetes! –exclamó, resentido– ¡Odio a ese tonto Ángel de la Navidad! ¡Lo odio!
Federico se echó a llorar y se ocultó entre los brazos de su madre, quien siempre sabía como reconfortarlo con sus abrazos. En ese instante, sus hermanitos se miraron entre sí y vaciaron todo lo que había en sus medias para llenar la de él.
–Toma –le dijeron–, puedes tener nuestros regalos. No queremos que pases una mala Navidad.
Federico los miró sorprendido, ¡ahora su media estaba más llena que en años anteriores! Y todo gracias a la generosidad y el amor de su familia. Ahora se sentía muy avergonzado por todas las bromas pesadas que les había gastado.
Las risas y la felicidad volvieron a inundar su casa, ahora los niños compartían sus obsequios y jugaban en paz.
Esa tarde, antes de ir a la misa navideña, la mamá de Federico lo llamó y le acomodó el cuello de la cabeza, revisó que se hubiera colocado sus mejores zapatos y que estuviera muy bien peinado.
–Federico, ¿sabes por qué el Ángel de la Navidad este año no ha dejado nada para ti?
El niño asintió con la cabeza, apenado.
–Él sabe muy bien como nos comportamos el resto del año y se asegura de darnos lo que realmente nos merecemos. A él no lo podemos engañar. Puede que sea difícil para ti entender esto, pero solo así aprenderás lo que es bueno y lo que es malo, para convertirte en una gran persona.
Desde ese momento, Federico se hizo el propósito de ser un chico amable y bondadoso con todos. La Navidad siguiente, su media se encontraba llena a rebosar de obsequios, que con mucho gusto compartió con sus hermanos. Muchas navidades transcurrieron desde entonces y aunque no podía verlo, él sabía que aquel ángel tan querido siempre estaba acompañándolos.
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