Había una vez, una ratita que tenía un tamaño muy pequeño. Ella vivía con sus padres bajo las alfombras profundas de una panadería, ahí estaban seguros y lo más importante, bien alimentados motivo por el cual nunca pensarían en mudarse a otro hogar.
A pesar de esto, la ratita se sentía en ocasiones infeliz, ya que era muy inquieta y entonces estaba en busca de una vida mucho más emocionante.
Un buen día se enfrentó a su madre y le dijo: ¡Madre ya estoy cansada de esta vida tan poco enérgica, eso me aburre, ya que siempre hacemos lo mismo, solo asomar el hocico a la puerta de la casa para comer y ya, eso es todo! A mi me gustaría conocer el mundo, replicó.
– Qué mundo, hija cuando aquí tienes lo bueno, allá afuera esta todo lo malo, todo lo que no necesitas. –Bueno por muy malo que parezca el exterior, yo me iré a aventurar para conocer la diversión y el ajetreo de afuera, necesito que me dé el sol.
Esa noche la ratita acomodó todas sus cosas en un pañuelo y la llevó consigo durante su salida. Al sentir la luz del sol, la ratita pensó: -Justo esto era lo que quería, salir del encierro.
Ella iba caminando muy feliz hasta que casi la atropella un carro -¡Oh casi muero, pero a pesar de estas cosas debo seguir adelante y ser valiente! Fue entonces como hizo una canción para sí misma.
Valiente serás
te guste o no,
valiente serás
con o sin perdón.
La cola arriba
peinados mis bigotes
preparadas las patitas
para empezar el trote.
Valiente serás
a toda hora lo pensarás
porque la inteligencia sobra
cuando piensas en ganar
Todo iba bien, pero le interrumpieron la inspiración cuando un carnero enorme pasó por su ruta a toda velocidad, a milímetros de ella. -¡Dios mío si me descuido cantando más, me aplasta ese gigantón! Creo que no será nada valiente como venía diciendo.
La ratita que iba pensando en la vida iba de susto en susto durante su larga caminata a la ciudad, pero ante todo quería tener el valor suficiente para vivir lo que quería, pero el poco que tenía se le estaba acabando. De repente llegó a la orilla de un río y murmuró:
¡Dios que sed tenía, pero también tengo hambre y todo lo que hay aquí es agua cristalina que solo podrá resolver la sed que tengo! Pero es hermoso, nunca había visto nada igual.
De pronto se acercaron unos cangrejos con largas pinzas queriandola pinchar, ella comenzó a gritar como loca ¡No me toquen, sus pinzas me lastiman! –Soy muy desgraciada al salir de mi casa, no debí hacerlo, he pasado más ratos malos que buenos. Ya me devolveré, no lo soporto pero ¿cómo me devuelvo si no sé donde estoy?
En eso apareció el hada de los niños desobedientes y le dijo: Sé lo que te pasa ratita, pero tenías que haberle hecho caso a tu madre, te daré otra oportunidad y te llevaré a casa.
En cuestión de segundos apareció junto a su madre y le dijo: Mamita, mamita tenías razón el mundo allá fuera es horrible, ahora solo quiero estar aquí feliz con ustedes y sobre todo tranquila.
Desde entonces, nunca más se quejó de la vida aburrida que llevaba.
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