Mientras Marcos llegaba a casa en una oscura noche, este permanecía molesto refunfuñando todo lo que veía a su paso, como siempre. Entonces, encuentra a su esposa sentada con una expresión relativamente rara en los rasgos de su rostro, pues en su regazo reposaba una carta bien arrugada.
¿Qué te pasa? Pregunta el hombre de mala manera. –No vas a creerlo, replicó la esposa, he recibido una carta por parte de las hadas y dice que nos han regalado la oportunidad de pedir 3 deseos.
Marcos tomó la carta y empezó a leerla con mucha cautela. Muy bien, mujer ahora le sacaremos el máximo provecho a esta oportunidad del destino, pues no todos los días se presenta esta opción. Sin embargo debemos saber qué es lo que tenemos que pedir, pues tiene que ser lo que más nos favorezca. La mujer se levantó de un tiro y dijo: Listo esposo mio, ya se lo que tenemos que pedir, tengo una lista en mi mente.
¿Y según tu cuál es la lista? Es una lista donde pongo el siguiente orden de deseos, de primero un palacio para mí, en segundo lugar, una corona de rey para que la uses tu, belleza para mi, larga vida para que la disfrutes.
También pediremos una reina que nos haga de criada y a la vez, generadora de joyas. ¡Oh no!, por estar en esto he olvidado preparar la cena. Marcos irritado, pregunto: ¿Cómo? ¿Todo este tiempo y aún no está lista la cena? Tu bien sabes que las decisiones no las puedo tomar sin haber comido antes, eres una haragana.
De repente se escuchó un zumbido y no era más que las alas de las hadas batiéndose contra el viente. ¡Plop, plop! Hicieron sobre la mesa de la cocina las hadas y en cuestión de segundos ¡apareció un gran plato de salchichas! Marcos las miró fijamente y empezó a oler el plato, con un sentido dudoso de las hadas.
La esposa, le dio con una rebanada de pan en la cabeza gritándole: ¡Has desperdiciado el primer deseo, como has podido hacer eso! Ya no puedes decir nada. Ojalá esas salchichas te colgaran desde tu nariz.
En un chasquido, se escucharon a las hadas cantando mientras en un segundo las salchichas se engancharon a la punta de la nariz de Marcos. Él se quedo mirando las salchichas y con mucho nerviosismo empezó a llorar, cada vez eran más las salchichas que colgaban de su nariz.
¡Están calientes! Decía Marcos. ¿Cómo has podido hacerme esto? Es una maldad. Las salchichas estaban sujetas con mucha firmeza y era lo que ambos no podían creer.
-Llamaron a la puerta y los dos se miraron. ¡No abras!, dijo Marcos, o los vecinos también verán cómo me estan guindando las salchichas desde mi nariz, sin poder hacer nada.
¿Y qué quieres? ¿Qué me pase toda la vida escondida tras esta puerta por ti, para que no te vean?
-Que triste saber esto, dijo marcos. Ojalá no estuviéramos cada minuto peleando. La esposa le dio la razón y el último deseo se cumplio pidiendo que no pelearan nunca más. Y así fue.
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