La belleza de las selvas venezolanas resplandecía enormemente llenas de tanta vida que los españoles cuando pisaron estas tierras las quisieron reclamar de inmediato, pero esto a continuación ocurrió mucho antes de la conquista española en un tiempo donde la gente y la naturaleza convivían en perfecta armonía.
En Nirgua se encontraba una de las tribus más poderosas los Nívar, bajo el mando de un gran cacique, era un gobernante justo y benevolente muy apegado a las tradiciones.
Un día su mano derecha el chamán de la aldea tuvo una visión, solicito reunir a todos para dar el anuncio de su nueva profecía, todos se encontraban a la espera, el chamán gozaba de una reputación y poder similar al del cacique; su palabra era ley.
“Oíd hermanos míos lo que tengo que decirles, mis ancestros me susurran al oído que cosas terribles nos esperan, quise ignorar estos rumores pero ha es definitivo, tuve una visión de nuestro futuro bajo las aguas, nuestra ruina y extinción estará asegurada”
La angustia se apodero de toda la tribu, el chamán nunca se equivocaba, la ruina les aguardaba.
“Pero esto se puede evitar hermanos míos, pronto una niña nacerá, de ojos muy extraños, verdes y cristalinos como el agua misma, esta niña servirá de sacrificio para el dueño del agua, el dios anaconda así podremos calmar su furia y salvar a nuestro pueblo”
Todos quedaron tranquilos, había una solución, aunque era lamentable todo sería por el bien mayor.
Al poco tiempo la mujer del chaman dio a luz a una hermosa niña, que al abrir sus ojos despertó el terror en su padre, ojos verdes, muy profundos y cristalinos como el agua de un manantial, pronto se dispersó el rumor que la niña de la profecía había nacido, muchos fueron a exigir el sacrificio entre estos el chamán, pero el cacique nunca cedería ante este acto así que en contra de la voluntad de la aldea escondió a su hija.
En una cueva custodiada por 22 guardias la princesa maría permaneció durante muchos años, no se le permitía ver su rostro en el agua ni ningún objeto que la pudiera reflejar, en los días lluviosos cuando el agua se acumulaba charcos no podía salir, tan solo a su madre y a los guardias se le permitía verle a la cara.
Un día algo extraño pasó, los 22 guardias fueron adormecidos, María quien ansiaba conocer un poco más aprovecho el momento y fue a explorar, no tardó mucho en llegar al rio, la joven pudo ver por primera vez su rostro, sus ojos verdes y cristalinos como el agua misma.
El agua comenzó a agitarse y desde la profundidad el dueño del agua emergió, el dios anaconda, la enorme criatura observaba a la doncella con mucho interés a la cual atrajo hasta el, sus ojos verdes cristalinos enamoraron al dragón del agua.
Preocupado el cacique comenzó a buscar a su hija, cuando vio que la gran serpiente tenía a su hija intento por todos los medios separarlos, pero anaconda no dejaría a la doncella, comenzó a mover su cola ferozmente alejando a todo el que se le acercara, hubo un punto donde su cólera fue tanta que comenzó a crecer hasta que exploto, el agua inundo al aldea y arraso todo a su paso.
María surgió entre el agua, con un aspecto diferente, imponente y llena de vida, se había convertido en una diosa, guardiana de la naturaleza, protectora de las aguas, montada en una enorme danta recorre las selvas venezolanas. Al poco tiempo se le conoció como María Lionza.
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