El silencio nocturno imperaba en el suburbio, una suave brisa soplaba entre las cortinas y persianas… rompiendo con la naturaleza taciturna de aquel lugar, el lamento de un viejo can se desvanece en el claroscuro paisaje urbano y la luna con su luz rompía la privacidad de aquel solitario apartamento bohemio. De entre las sombras de la sala de aquel piso emerge la despreocupada y delgada figura de un joven cuyo sueño improvisado frente a la TV se vio interrumpido por el rocambolesco silencio nocturno, con cierta amargura se dirige a la cocina a realizar su última voluntad del día.
Recalienta una pizza que sobro de quien sabe cuándo, acto seguido y como haciendo alarde de su miserable naturaleza se recuesta de la nevera y observa pensativo el horizonte detrás de la ventana… de forma súbita un recuerdo que llevaba rato revoloteando en su cabeza interrumpe su meditación, era tarde y aún no había alimentado su mascota, un Beagle con su característico blanco negro y un marrón tostado, frustrado y con cierta amargura abre la última puerta de aquella vieja alacena en busca del alimento de su perro… de toscos y soñolientos movimientos deja caer una cantidad algo desmedida en su tazón particular, pero hay un detalle, a esas alturas no recordaba haber visto al perro, cosa que por muy natural que suene era sumamente extraño, pues el animal siempre acostumbraba a permanecer en los alrededores, y lo que era aún peor aquel peculiar silencio no hacía sino alimentar sus más profundos temores.
Un tanto preocupado hace el llamado de costumbre, un agudo y largo silbido que se perdía entre las paredes del apartamento, insistió pero solo escucho la inquietante respuesta del eco nocturno, ya era más que evidente que no estaba en casa, luego de insistir durante 5 minutos aproximadamente, decide subir a la azota del edificio que se encontraba justamente arriba, lugar donde acostumbraba sacar el perro en las noches. Al llegar, solo se consiguió nuevamente con aquel sepulcral silencio nocturno, que lo acompaño expectante mientras revisaba el lugar. El asomo su mirada hacia las calles y callejones adyacentes, hacia el horizonte de profundidad suburbial, en búsqueda de respuestas, pero como si de una rebelde objeción se tratase el viento de forma violenta arrecio, trayendo consigo un adictivo olor primaveral.
De vuelta en su sala y víctima de un pico de estrés evidente… enciende un cigarrillo mientras movimientos constantes e involuntarios delataban su nerviosismo, algo era claro no se iba acostar sabiendo que su perro no estaba en casa… es así que un poco desesperado y dando beneficio de toda clase de duda marca al teléfono de su novia.
Esta responde con voz rasposa y cansada, haciendo evidente el hecho de que se acababa de despertar.
— ¿Qué sucede? —preguntó algo preocupada
— Es Roy, está perdido —contesto impotente…
— ¿Cómo así? ¿Desde cuándo?
—No lo sé, lo busqué por todas partes, pero maldición, no lo consigo por ningún lado
— ¿No está en tu casa?
— ¿Cómo crees?, obvio que no.
—¿Lo juras? —inquirió desesperada.
— ¿No me crees?
…
Iracundo y estresado, corta súbitamente, dejando aquella respuesta a medias.
Aquel perro significaba mucho para él, fue así que decidido, se pone sus pantalones y abrigo, para emprender una búsqueda por las calles cercanas. Justo cuando se dirige a su puerta suena su teléfono…era su novia quien ahora devolvía la llamada.
—¿Sí? —contesta algo ilusionado.
—Solo llamaba para decirte que guardes la calma y que no salgas a buscarlo a esta hora —responde, denotando preocupación.
—Que guarde la calma, ¿y qué se supone debo hacer en un momento como este?
—Pues para empezar deja de perder tanto el tiempo durmiendo frente un maldito televisor —exclamo eufórica.
—Perfecto, lo que necesitaba… clases de vida
—Olvídalo, haz lo que te venga en gana…
Sin remordimiento y con algo de orgullo, tira el teléfono en la mesa y sale al encuentro de su perro. Pero mientras cerraba la puerta del inmueble, un recuerdo cruzo de forma súbita su cabeza como una corriente, que atravesó desde su espina dorsal todo su cuerpo para finalmente dejarle la piel de gallina, quedando totalmente inmóvil y pensando. Por alguna extraña razón sentía como si todo lo que había pasado se había vuelto a repetir, esa extraña sensación que se manifiesta rara vez en nuestra vida cuyo origen y razón aún no se sabe a ciencia cierta. El constante e inquietante silencio no hacía sino preocuparlo aún más.
El viento soplo descongelando la imagen, hacia frió y debía conseguir a Roy, así que convenciéndose así mismo de que aquello no era más que un simple «déja vu» continúo caminando por aquella solitaria calle. El ambiente a pesar de carecer de vida… era sumamente pesado, de hecho… desde que salió no recordó haber escuchado un solo ruido, era como si simplemente el tiempo se hubiera detenido.
Después de 15 minutos caminando, una espesa niebla se hizo presente dificultando sus labores de búsqueda, y para cuando estaba planteándose volver a casa, aquel fenómeno no hizo sino intensificarse aún más, a tal punto que, ni siquiera podía ver a más de un metro de distancia, es más, se le dificultaba ver sus propios pies. Todo parecía ir a peor… la niebla continuaba apareciendo y no daba tregua.
Se giró por completo y empezó buscar puntos de referencia entre la espesa niebla, para poder retomar la ruta de vuelta a casa, a pesar de ser una región de clima templado, era muy poco común ver fenómenos climáticos como este y mucho menos en tal época del año, de hecho era la primera vez que experimentaba algo así.
Unas farolas luminiscentes se encendían y apagaban delatando el pésimo estado del alumbrado público al que estaba sometido aquel miserable lugar, que en complicidad con el silencio casi absoluto… y digo absoluto con mucha generosidad, pues el único sonido que acompañaba su extraña travesía era el de sus pisadas y su agitada respiración, configuraban un panorama urbano envuelto en luz y sombra. Levemente empezó a escucharse el característico sonido de unas pisadas ala distancia y cuyo ritmo progresivo daba entender que se estaban acercando, se detuvo un momento,, y escucho con atención aquel ruido que parecía venir de la otra calle, habiendo verificado el origen de la causa sonora de sus temores, decide aligerar el paso en un intento desesperado por llegar a casa, volteaba constantemente de lado a lado, parecía una antena de radar… y no era para menos pues aquella situación era digna de una escena de película de terror.
De un momento a otro se deja escuchar un largo silbido cuyo sonido agudo reboto en las paredes camufladas de los edificios adyacentes, alertándolo de nueva cuenta, ya era obvio que había alguien más cerca, quizás demasiado, y por más que lo intentaba parecía que aquel sujeto estaba destinado a conseguirse con quien fuese que estuviera allí, envuelto en aquella mística penumbra, en el interior de los pasajes y callejones cercanos, en el horizonte de profundidad suburbial. Sus movimientos iban de forma progresiva convirtiéndose en una sucesión de pasos descontinuos y desesperados pues cada cierto tiempo se veía obligado a detenerse para asegurarse de donde estaba parado, pero muy para su mala suerte parecía que se había perdido.
Desesperado pero a la vez motivado por el hecho de que quizás producto de la neblina habían más personas en la calle a esa hora, tal vez buscando a alguien más… decide preguntar en voz alta, ¿hay alguien allí?… no obtuvo respuesta alguna, continuo pero sus intentos eran inútiles, aquellas pisadas se acercaban cada vez más, y parecía como si simplemente el no existiera. No lograba ver quién estaba detrás de esos sonidos aun cuando se escuchaban a centímetros de él, justo a su lado. Aquella noche había demostrado ser muy extraña.
Cada cierto tiempo se convencía a si mismo de que aquello solo era producto de su imaginación un sueño pesado del que le estaba costando despertar, y para cuando todo parecía no tener punto de retorno, empieza a divisar entre la densa niebla, la silueta del edificio donde residía, su búsqueda había terminado , se abalanzo a la puerta sin importarle el sueño de nadie, denotando una clara desesperación, el manojo de llaves temblaba entre sus manos y aquellos segundos se hicieron eternos, los pasos parecían estar encima de él, pero luego de luchar con la poca cordura que le quedaba, entre respiraciones agitadas y latidos intensos finalmente logro abrir aquella obtusa puerta, subió las escaleras a tal velocidad que llegó un momento en el que dejo de sentir sus piernas, nunca había llegado tan rápido a la puerta de su apartamento, entre movimientos bruscos y poco precisos la abre, y la cierra de inmediato aún más rápido de lo que le resultó abrirla.
Y ahí quedó, recostado en la puerta, contemplando la oscuridad en la que estaba sumido su apartamento, mientras pensaba en las palabras que le dijo su amada antes de salir y al mismo tiempo lamentándose, por no haber conseguido su perro, pero, eso quedo a medias, un movimiento al final del pasillo que conducía a la cocina lo alerto, fue así que frunciendo el ceño y abusando un poco de la vista descubre que haya, parado frente la mesa del comedor, se hallaba la figura de una persona que aparentemente estaba hablando por teléfono, y no era cualquier persona. Quedó totalmente perplejo cuando la luz de la luna cómplice del jugueteo constante del viento y las cortinas, cubrió el cuerpo del extraño delatando su identidad. Aquel sujeto, no era más que él mismo.
El terror y la adrenalina lo invadieron por completo, al punto de hacerlo perder la conciencia, por lo que quizás fueron segundos o minutos. Para cuando despertó yacía sentado frente la tv, mientras algo le decía que había tenido una pesadilla muy fuerte pero por más que lo intento no recordó nada de lo que había sucedido. El silencio nocturno imperaba en el suburbio, una suave brisa soplaba entre las cortinas y persianas… rompiendo con la naturaleza taciturna de aquel lugar, el lamento de un viejo can se desvanece en el claroscuro paisaje urbano y la luna con su luz rompía la privacidad de aquel solitario apartamento bohemio. De entre las sombras de la sala de aquel piso emerge la despreocupada y delgada figura de un joven cuyo sueño improvisado frente a la TV se vio interrumpido por el rocambolesco silencio nocturno, con cierta amargura se dirige a la cocina a realizar su última voluntad del día.
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